fotografía de Leonor Montañés Beltrán

Los derroteros de la vida son inescrutables, pero yo en cambio siempre te esperaba, nunca me he conformado con los dictados del tiempo, tú has sido la única fe que he tenido, siempre tuve fe en tus manos, en tu pelo, en tu boca, en toda tú. Tu has sido el milagro hecho carne y por eso te he esperado siempre. Y me reitero, esa espera ha sido la única fe que he sentido.

Y todo porque mi credo ha sido mi forma de amar, así, por encima de todas las cosas. El clavo ardiendo que me ayudaba y lo hacía todo más llevadero. Fe ciega en este corazón que lloriqueaba con su peculiar manera de latir, esa manera de latir que tarareaba con nombre y apellidos.

La fe es el aval de lo que queremos que suceda, de los sueños a los que nos aferramos, de lo que estamos seguro que sucederá mañana. La fe nos susurra tranquilidad, nos grita en silencio lo que deseamos oír, como una oración que nos evade. Es consuelo. La fe es el alimento del hombre, el pan y los peces, tan sagrada que se multiplica. Su ausencia es lepra, cruel enfermedad.

Tengo más o menos fe dependiendo de la palabra que la acompañe. No tengo ninguna en la inmortalidad, no tengo ninguna en ese alma que deviene campeando a sus anchas por paraísos artificiales, inventados por la mano del hombre para manipular al hombre.

Y aunque generalmente apenas la tengo, ni la he tenido, mas allá de algunos actos y algunas palabras, le reconozco su bonhomía. Debe ser hermoso eso de tener algo a lo que aferrarse, como un consuelo que lo hace todo más fácil. Te aparta las piedras del camino, te cura los males, te sana las heridas, cierra las cicatrices que deja la incertidumbre. Y esas cosas son positivas, aunque es un arma de doble filo que a veces nos detiene, nos impide la lucha, nos envalentona y hace que nos olvidemos de otras cosas que también son importantes. No es la montaña la que se mueve, eres tú quien la ve así. Y aunque es bueno verlo así, porque así todo es más fácil, puede ser que no sea cierto, que sea solo una ilusión.

Y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. ni nada tengo.