Publicado el: Mié, 24 Jun, 2020
Opinión

Lo justo y necesario

Foto. Leonor Montañés Beltrán.

… Y entonces Diógenes abrió las manos y vio que no tenía casi nada y que por eso lo tenía todo. Un poco de aire, el sol, una tinaja para resguardarse de la noche y los perros a su alrededor, lo que es un auténtico cínico, porque eres cínico - del griego "kyon", perro – cuando haces de la pobreza una virtud, algo que seguramente hoy, en este mundo tan sibarita, cueste entenderlo. Algo que seguramente hoy, donde tu valor depende de lo que tienes, resulta cuanto menos incomprensible. Algo que seguramente hoy sería motivo más que suficiente para que fueses víctima de la exclusión social. O un peligro para una sociedad que volvería la cara porque para ellos sería un loco.

La pobreza, tal y como la veía el sabio, como ejemplo de independencia, pues el más rico, pensaba, era aquel que sabía vivir sólo con lo justo y necesario.

Vamos a lanzar un órdago de felicidad a un tipo que, aparte de la tinaja, vestía siempre con el mismo manto raído y sucio; con los pies descalzos lloviera, nevase o hiciera sol, con un báculo, un zurrón y un cuenco como único equipaje. Y lo del cuenco tiene su cosa porque un día vio a un niño bebiendo, por supuesto agua, directamente con las manos y tiró el cuenco, porque entendió entonces que eso era algo que no necesitaba, y por lo tanto, un lujo.

Todo lo que no es necesario es superfluo, genera dependencia y es, por tanto, un problema para alcanzar la plenitud de la vida, un lastre, entonces. El problema está en que este hombre era un sabio … y la mayoría de nosotros no. No hay parangón. Autárquico hasta donde no podríamos nunca llegar con nuestra imaginación, ni nuestra inteligencia.

… Y luego están los que hacen su vida a los ojos de los demás, los que hacen del bien material su modo de vida y convierten esta en una lacra que no es, ni más ni menos, que, en vez de forjarse una opinión propia sobre lo que está bien o está mal, actuar en función de lo que opinan los demás.

Y así nos va. Gastando lo que no tenemos en lo que no necesitamos porque lo tiene alguien que, seguramente, tampoco lo necesita.

Por eso, cuando la pobreza va desaliñada, con la ropa sucia, con la mochila a cuestas a modo de zurrón, sin más paraíso que un horizonte que hay incluso quien no ve nunca porque se lo impide la pobreza del único bien material que realmente se necesita y que no es otro que el tiempo. Pobre de aquel que tiene el tiempo limitado porque es esclavo de la vida ajena, la vida de aquellos que te miran por encima del hombro porque se creen que tú no tienes nada y no son capaces de entender que tu renta mínima vital no es más que unas cuantas cosas, apenas nada, que ni siquiera tienen precio.

Perdón entonces, por la incongruencia, porque cuanto más admiro al maestro más culpable soy, y más analfabeto.

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