Publicado el: Mié, 13 Mar, 2013
Opinión

La incierta hora de la verdad

26 ZANDA VERACRUZA pocas fechas de que la Cruz de Guía de la Borriquita abra las puertas a la Semana Santa, los cargadores, a punto de finalizar los ensayos, velan sus armas para la esperada y ansiada salida procesional.

Presentados ya los carteles y boletines de las distintas cuadrillas, pasado el tiempo dedicado a actos culturales y religiosos, llegan los esperados momentos. Llamadas de mayordomos para mover los pasos en los almacenes, llevarlos a los templos y esperar el ansiado día de la salida. Son los momentos previos que cada cargador vive de manera distinta.Jornadas especiales en las que todo girará en torno a lo que ocurrirá en escasas horas. Rebosa actividad en las casas, los barrios bullen en cofrade y en los templos todo son idas y venidas con preparativos de última hora.

Al igual que el cofrade, el cargador estará pendiente del cielo. Mirará nerviosamente que tiempo pronostican para los próximos días. Permanecerá atento al infalible -los americanos nunca fallan- parte meteorológico de la Base de Rota. Consultará al cercano windgurú de la playa de Camposoto como un surfista cualquiera en días veraniegos, ansioso en este caso no de “coger olas” sino de “coger madera”. Los más avezados hablarán de adivinar el tiempo mirando a las alturas y descifrando aquellos hilachos blancos de nubes que vienen por Medina, exclamando con suficiencia doctoral: “no preocuparse, no son de agua”.

A los almacenes, lugares de reposo de los pasos, lo cargadores se acercan ilusionados. Es el momento de llevarlos a los templos, hacer la zanda o llevar la maera como decían los antiguos cargadores. Maniobra que marca el inicio del esfuerzo, de tocar palo, de ir calentando los cuellos. Sorteando coches, recortando por calles que nunca formarán parte del itinerario, esquivando árboles y farolas, las andas entrarán en su templo. Allí, cofrades, floristas y vestidores, transformarán las desnudas andas en aquella maravilla para los sentidos, aquella obra de arte fugaz que veremos procesionar por nuestras calles, objeto de devoción y admiración.

Y en el Naca, Torres, la Gran Vía, o cualquiera de los entrañables bares de barrio cercanos a las iglesias, los cargadores hablarán de sus asuntos. Quién falta este año a la cita; quién lo sustituye en el palo; cómo toca la banda que llevarán detrás y les marcará el ritmo. Para los ajenos al oficio son detalles nimios, superfluos, pero sobradamente importantes para los hombres de la cuadrilla.

Artificios para llenar el espacio de la espera. Instante que tocará a su fin cuando el cargador –por fin llegó el día- coja su almohada y se dirija al templo entre repicar de campanas. Por el camino meditará sobre su misión en esta tarde, recordará a los que le precedieron, rezará por que todo salga bien… Sabe que se acabaron las palabras y comienza el esfuerzo, la incierta hora de la verdad.

 

Sobre el autor

- Alberto Salas Sánchez, es autor de los libros Cargadores de la Isla, (Historia, tradición y anécdotas) y Anecdotario comentado de Semana Santa. Ha ejercido como cargador durante 26 años perteneciendo a las Cuadrillas de Nicolás Carrillo, Mater Amabilis y Jóvenes Cargadores Cofrades (JCC). En la actualidad es capataz de la JCC.

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