Ficus de La Caleta de Cádiz, iluminados como cualquier monumento.

Hace ya un tiempo que sucumbieron al paso del tiempo, y del descuido, dos dragos simbólicos de la vecina Cádiz: el de Medicina hace ya, la friolera de veinte años;  y el de Bella Artes, otra pérdida irreparable que tenía 250 años cuando cayó víctima del pasotismo político. Ya no quedan dragos enormes en nuestra tierra (aquellos que ya nombrara Estrabón en época romana), pero quedan estupendos ejemplares de ficus, araucarias y otras especies traídas hace siglos de distintos continentes, por las diferentes flotas indianas en sus viajes. Es éste, un patrimonio más, igual de importante que los palacetes o las iglesias de siglos pasados, y sin embargo, no está lo suficientemente valorado en su conjunto, o individualmente. Solamente, a toro pasado, cuando los hemos perdido por causas naturales o por alevosía de las propias autoridades que en multitud de ocasiones ignoran el cuidado y mantenimiento especial de determinados árboles de enorme tamaño, o cuando no, directamente, arrasan con todo como han hecho con el antiguo Polígono de Janer, donde se podían encontrar especies, algunas autóctonas, otras foráneas, que merecía ser tratados como ejemplares especiales, y haber hecho lo posible hasta por algún traslado que otro.

Grupo de araucarias.

Hablando de ejemplares especiales no hace falta salirse de nuestra ciudad para observar algunos de ellos en zonas ajardinadas, especialmente araucarias, como sucede dentro del recinto del Castillito, donde se pueden encontrar algunos espectaculares, destacando la más alta, que se puede observar desde bastante lejos. Otros árboles magníficos (aunque no deberían considerarse así, ya que son monocotiledóneas) serían las dos palmeras centrales de la Plaza del Rey, las cuales son importante reivindicar, ya que existe un proyecto de plaza dura, aunque aún como promesa electoral.

Y continuando con la moda que se ha instalado en todo el país, incluida, nuestra ciudad, de las citadas plazas duras, cementadas, de losas grises, sin arbolado, sin los típicos azulejos andaluces y con apenas cuatro bancos de diseño, incómodos por excelencia, he de decir, que con las interminables obras del tranvía se ha perdido idiosincrasia en plazas como la del Carmen o la Alameda. He de decir, que aparte de los árboles monumentales, el nivel de vida de una localidad se mide, entre otras cosas, por el cuidado, mantenimiento y fomento de sus jardines y arbolado colectivo. Un ejemplo de trabajo bien hecho, a ese respecto en nuestra ciudad sería el caso del Jardín Botánico, que ha aprovechado la estructura de un antiguo vivero, y que ha conservado las especies que se encontraban en su interior, como las casuarinas, aprovechando los huecos para la exposición museística de las especies autóctonas de la zona.

Araucaria del Castillito, de enorme altura.

Aunque valorados en un segundo plano, de cara al turismo, un árbol monumental puede haber sido testigo histórico de momentos memorables, como la citada araucaria del Castillito, que ya sería un ejemplar respetable cuando el Infante Don Juan paseaba por los jardines del palacete donde se alojaba. Ejemplo de árboles monumentales en España, y respetados los podemos encontrar por toda la geografía nacional: el drago milenario de Icod de los Vinos (Tenerife), el roble de Guernica, las secuoyas de la Granja de San Idelfonso, etc… Lo mismo ocurre con los parques, ahí tenemos el de María Luisa en Sevilla, el genovés en Cádiz, el Retiro en Madrid, Cástrelos en Vigo, El Parque en Málaga o Ciudadela en Barcelona, entre otros.  Visitados por muchos, pero que a diferencia de otros monumentos, aquí no hay reconstrucción, ni restauración posibles, solo cuidados, y un trabajo lento de muchos años, siglos en muchas ocasiones, altruista, porque seguro que muchos de nosotros (ni de aquellos que trajeron los árboles) veremos resultado alguno. Sólo puede verse como una herencia, que debemos de enseñar a valorar a nuestros hijos y nietos, para que puedan a disfrutar de ellos.