Publicado el: Mié, 6 Abr, 2016
Nuestro Patrimonio

Recuerdos y vivencias en el Patio de Madariaga

Portada del patio, antes de su demolición.

Portada del patio, antes de su demolición.

Un grupo de vecinas que pasaron allí gran parte de su vida, se reencuentran para viajar al pasado a través de la oralidad.

Son las supervivientes de una generación. La de la posguerra. Y recuerdan cómo era antes la vida en La Isla, con sus huertas, con sus patios de vecinos sin puertas, con comunidades que más que eso eran verdaderas familias porque los apellidos no existían -es un decir-. Pepi 'la castañera', por su oficio, o María 'la chica', por su estatura, fueron nombres que se les quedarían marcados hasta el día de hoy, cuando ya no queda patio en el que reencontrarse.

Pero ni falta que hace. María y Ascensión Toledo, Teresa Moreno, y Zoraida e Isabel Roldán son amigas. Son familia, con o sin sangre de por medio. Y lo son de toda la vida, porque las cinco se criaron en uno de los espacios más emblemáticos que fueron demolidos por la piqueta a finales de los setenta: el Patio de Madariaga. Algunas, incluso, nacieron allí, entre sus muros, hacia los años treinta.

Dicho conjunto arquitectónico -que hoy ostentaría un alto nivel de protección en el plan especial del casco histórico- formaba parte de la herencia de la familia Madariaga, originaria del País Vasco como puso de relieve la historiadora isleña Yolanda Muñoz en un artículo publicado por la UCA, y destaca, entre otras razones, por haberse establecido allí el Ministro de Guerra durante el asedio napoleónico.

El espacio data del siglo XVIII, aunque sería compartimentado en el XIX como otros de similares características para acoger la residencia de distintas familias. Así se mantuvo hasta la segunda mitad del siglo XX, cuando la especulación inmobiliaria se impuso con la excusa de un estado de ruina que según estas vecinas "se exageró para echarnos de allí, ya que teníamos renta antigua y al propietario no le salía a cuenta". Entre 100 y 500 pesetas pagaba cada vecino en función de los metros cuadrados que ocupaba o la disposición dentro del patio. "Había cinco en el tercer piso, ocho en el segundo -es lo que algunas de ellas recuerdan como "el corredor"-, once a ras de suelo y tres más "en un pasillo que conectaba con el corral", recuerdan con precisión a pesar del tiempo transcurrido, al igual que el "rincón de la casera", donde vivía la encargada de recoger las rentas para entregarlas todas juntas al administrador".

Pero esto no es una clase de historia, sino una ventana a los recuerdos. Los mismos que todas ellas comparten, con mayor o menor atino, como el destino de aquel vecino o quién vivía junto a esta puerta.

La primera pareja de hermanas, María y Ascensión, se criaron con su abuela. Su tío era tornero en la Bazán y su padre, practicante de la Armada con la categoría de Alférez de Navío. El de Teresa trabajaba en la Plaza de Abastos, como capataz en un puesto de fruta, aunque tanto ella como sus hermanas se han dedicado siempre a la costura. Como curiosidad, su hermano Cristóbal es el autor de la maqueta del Patio Madariaga que existe en el Museo Municipal. El padre de Isabel y Zoraida se encargaba de mantener el tranvía, a su puesto le llamaban la "torre" y aunque "era casi analfabeto tenía un dominio incomparable de los mecanismos basado en la práctica y en la intuición".

También comentan, divertidas, las tardes vividas junto a 'Carmela', la tía de Isabel y Zoraida, que con una personalidad vivaracha se llevaba a todos los niños a la playa, cuando ésta era la de 'Caño Herrera' -lo que hoy es Bahía Sur-. Y no es que fueran precisamente pocos, pues lo lógico es que hubiese entre 5 y 10 niños por familia. En el caso de Isabel, por ejemplo, contaba hasta 12 hermanos. "Nuestra merienda era un tomate", recuerda Zoraida, aunque al llegar capturábamos cangrejos y, prendiendo fuego a la misma sapina, los hervíamos para comerlos. "Los camarones nos los zampábamos crudos, directos de los esteros y, de vuelta a casa, nos pintábamos los labios con fruto de las chumberas", añade otra de ellas.

De izda. a dcha.: María, Teresa, Isabel, Zoraida y Ascensión.

De izda. a dcha.: María, Teresa, Isabel, Zoraida y Ascensión.

María no se olvida que uno de estos paseos acabó con todas escondidas ante el paso de los toros, hacia el matadero. "No sabíamos dónde meternos".

Otro clásico eran los juegos. "Solíamos hacer cariocas", recuerdan. Bolsitas rellenas con tiras que ondeaban con ellas al lanzarlas, aunque "también cosíamos vestidos para nuestros muñecos". Unas figuras de barro que vendía el "tío de las Américas", quien al pasar por la puerta del patio cantaba la siguiente canción:

Ya está aquí, ya llegó / el tío de las Américas / con sus ricos caramelos / ¡ay! qué ricos ¡ay! qué buenos

No faltaban las 'arropías', ni los chicles. Claro que como entre todas solo llegaban a reunir una peseta, "la tendera nos lo dividía como si fuera un quesito", cuenta Teresa. Porque el menú de cada día variaba poco: mucha verdura, legumbres, algo de café y "la mitad de un cuarto de aceite" -añade Ascensión-, "y que sobrase para el día siguiente". La leche también era un bien escaso, "ponernos malos porque era la garantía de que la bebíamos ese día". La nata de la leche hervida también se aprovechaba, "echábamos azúcar y era como un postre, a cucharás". O la poleá de harina de maíz con pan frito y canela, otro plato de la época.

En la huerta de Antonio Mainé contigua al patio "nos daban moras", mientras que el pan duro, según Ascen, lo intercambiaban al guarda del campo de fútbol por algarroba que "aunque era para los animales nos la comíamos nosotras, estaba muy dulce". A Zoraida, por ejemplo, le encantaban los boniatos. Isabel, en cambio, acabó harta de las papas guisadas porque "el cuarto de carne tocaba a dos trocitos por cada uno". Claro que, "ahora son mis nietos los que no encuentran las patatas". Eso sí, nunca olvidarán aquellas cocinas de carbón, donde para que los garbanzos se pusieran blandos había que pasarse horas y horas con un soplador de esparto, sin parar, "teníamos que ir turnándonos".

Pero si buenos recuerdos guardan, son de las fiestas. Cuando el patio se decoraba con guirnaldas, macetas... y las paredes se encalaban. Por ejemplo, para la Cruz de Mayo. "La subíamos a un altar improvisado y con muchas flores -relata Ascensión-, antes de que el cura del Cristo viniese a bendecirla". Otra fecha señalada en su calendario es la Noche de San Juan, porque "nosotras mismas hacíamos los muñecos, los vestíamos con ropa vieja y, entre ella, el 'triki trake' -como los petardos de antes-", así sonaban más. Y por supuesto, las tortas de Navidad de la abuela de Ascen y María, cuya receta se ha ido heredando hasta la actualidad.

Claro que las anécdotas acumuladas tras toda una vida en un patio de vecinos, verdaderos centros neurálgicos de la vida social en la ciudad, no son posibles de concentrar en un solo artículo. Trabajo que solo trata de aproximar el "día a día" en el corazón del barrio del Cristo.

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Mostrando 10 comentarios
  1. azulino dice:

    seguro que desde la azotea ,se veia muy buenos partidos de san fernando,era un sitio privilegiado y gratis.

  2. Pepe dice:

    No soy de futbol, pero si, siendo un crio jugando por la zona vi todo tipo partidos, incluido el san Fernando y el valencia.

  3. paqui castillo guerrero dice:

    mi abuelo era francisco el lotero y mi madre era moma . y yo pase muchus días en ese patio

  4. Pepi dice:

    Mira mi madre!!!! Isabel es mi madre y Zoraida mi tia!! mi abuela era Maria "la chica" y yo también nací en el patio porque antiguamente parían en las casas...tengo muchos recuerdos de aquel patio, porque aunque nos fuimos cuando yo tenía año y medio, mi abuela seguía viviendo alli y la visitábamos muy a menudo!! me ha encantado el articulo!! graciasss

  5. CARMEN dice:

    Todas esos recuerdos son los que me cuenta mi padre, hermano de Zoraida y Isabel.¡¡ Rafael . Esas historias que coinciden con las que cuentan mis tias. Y esos baños en cañorrera, cuando era un chiquillo, y la pecha de algarrobo que comian; bueno en fín mil historias que quedaran para el recuerdo.

  6. quique dice:

    Soy quique nieto de maria la chica, hijo de rafael el mas chico de los varones aunque con su escaso 1,60m presumía de ser el más alto de sus 12 hermanos. Me acuerdo mucho de mi abuela María y de todas las historias que me contaba con su avanzada edad, una persona buena y aunque sea su nieto el que lo diga, es que es la pura realidad.
    Quiero felicitar al periodista que ha recopilado todos estos datos , porque no se podría redactar de mejor manera, un gran trabajo amigo.

  7. Enrique Rondan Martin dice:

    Aunque el artículo es muy acertado pues soy nieto de Maria la chica, además de sobrino de Zoraida e Isabelita, solo hacer una puntualizaciòn él apellido es Rondan no (Roldán).

  8. Juana María outon dice:

    Mi padre Pedrín, el hijo de Pepa la del callejón, le ha encantado el anuncio y saber de sus vecinos

  9. Carmen Amat dice:

    Mi familia vivió en el patio, la que más tiempo estuvo fue mi tía Paquita que era cojita y cosía... mi padre Manolito Amat y mis tíos Leonor, Miguel y Ricardo también vivieron allí y a mi abuelo José Amat se lo llevaron de su casa del patio en el 36 y lo fusilaron. Me ha encantado el artículo, muchas gracias!

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