Publicado el: Vie, 3 Dic, 2021
Opinión

Disfrutar en la tempestad

Imagen. Banco de imágenes de Pixabay.

El ser humano posee unos comportamientos innatos, sobre todo en la rama de la supervivencia. Cuando sentimos que estamos en peligro, nuestro corazón se acelera, los sentidos se agudizan, nos aumenta la adrenalina y nos tensamos para defendernos, o salir corriendo.

Pocas personas encuentran el placer en una situación así. Esto no quiere decir que los que encuentren su gozo en esos momentos sean unos desequilibrados, pero que son minoría es innegable.

Últimamente triunfan mucho las ofertas de viajes que te venden un pack donde se incluye, además de un bonito hotel, experiencias varias. Entre la variedad nos encontramos actividades como puenting, rafting, paracaidismo, parapente… En definitiva, experiencias que nos ponen en un peligro controlado para subirnos la adrenalina.

¿Y eso quiere decir que los que consumen estas actividades están mal de la cabeza? Para nada, ya que el ser humano siempre quiere ir a más. Esto no quiere decir que al final se acabe sentado en una vía de tren esperando al último segundo para esquivar la muerte; existe el autocontrol; pero el abanico de los placeres es muy amplio.

Algunos disfrutan del silencio, mientras que otros necesitan vibrar con los amplificadores de un concierto. La vida no es una dicotomía, dentro de esos dos extremos se encuentran muchas otras variantes que pueden ser constantes, o no.

Entre esas aventuras anteriormente mencionadas nos encontramos con el mundo paranormal. Habrá personas que no quieran saber nada de muertos, otros prefieran leer novelas de terror, otros ver películas, otros jugar a videojuegos y, por último, los que nos gusta meternos en lugares encantados a buscarlos.

¿Y es malo disfrutar de momentos de tensión? Para nada. Igual que mientras estás cayendo en picado de la atracción más alta de un parque temático, te estás acordando de Dios y la Virgen; el que investiga a las tres de la mañana en un lugar a oscuras estará sintiendo algo parecido.

Pero claro, siempre existirá el amargado de turno que diga que buscar pruebas de posibles fantasmas es una tontería muy grande, y que el único fantasma es el tranvía que nunca funciona. Desde aquí pido perdón por no estar toreando, cazando o drogándome en un parque, para vivir emociones fuertes.

Creo que esto último es el límite de lo que a subidones de adrenalina se refiere. Mientras no se haga daño a nada, nadie, ni a ti mismo, no creo que el hobby se haya ido de las manos.

El libro de los gustos está en blanco, es por eso que el disfrute depende de lo que necesite cada uno, y lo que realmente le guste. Nadie en su sano juicio basa toda su vida en una sola afición, ni lleva su afición a extremos insalubres. Ahí ya estaríamos hablando de obsesión, que me daría para otro artículo.

Una vez, cuando andaba en esa etapa de la vida de tribus urbanas; raperos, góticos, emos, frikis…; me dijeron que hasta el más rockero necesita momentos de tranquilidad.

Sobre el autor

- Aficionado del mundo paranormal

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