Publicado el: Mié, 22 Jul, 2020
Opinión

La no Feria

Foto. Leonor Montañés Beltrán.

La importancia del negocio local en cualquier ciudad es algo innegable y lo es por varios motivos. El primero es porque repercute directamente sobre nosotros, sobre mí, sobre ti, incluso sobre ellos. Consumir directamente en éstos contribuye a la recuperación y al desarrollo, explicar algo más sería extenderse en la evidencia y al fin y al cabo sólo entiende quien quiere. El segundo motivo es que ello crea empleo, no hace falta tener muchas luces para comprobar que las empresas que más contratan son las tiendas, los restaurantes y los bares.

Como somos egoístas por naturaleza – el egoísmo es una cualidad inherente en algunos – solemos olvidarnos de un tercer punto también importante y es que las personas que dirigen esos negocios y sus empleados son vecinos, amigos, gente a la que conocemos, gente en definitiva a la que tenemos cerca y aunque sólo sea por ese puntito egoísta al que antes he hecho referencia, que al parecer es el único que importa, deberíamos ser un poco más consecuentes.

Pero, ¿qué pasa?, pues pasa que además de egoístas tenemos la costumbre de culpar siempre a los demás de todas las cosas que nos pasan, sobre todo de las malas. Siempre que metemos la gamba es culpa de otros, somos tan perfectos que no erramos nunca.

Ha habido en esta ciudad tan sui géneris un tema que demuestra todo esto que os cuento. Y es que en un intento de relanzar la maltrecha situación en la que las secuelas de una pandemia ha dejado en el pequeño comercio, sí, ése, el de tu vecino, el de tu amigo, en el que trabaja algún allegado tuyo, ése mismo. En un intento, como digo de aliviar en la medida de lo posible la herida abierta se crea, durante unos días un evento, con la excusa de un bicentenario, para simplemente parar un poco la muerte casi segura de algunos de esos negocios, no voy a volver a recordar que ese comercio es del de tu vecino o el de tu amigo porque sería redundar en algo que parece que da lo mismo. O sí, debería hacerlo, a ver si de una vez alguno acaba por enterarse.

Pero insisto, aquí la culpa es de los demás siempre, incluso de los rebrotes de un virus que parecía que iba a cambiarnos la vida. Y como la culpa es siempre de los demás, no pasa nada, me voy a la no feria, sin mascarilla, pasándome por el forro, de donde sea, la distancia social que ya si me pasa algo echaré la culpa a quién ha organizado eso, que está muy mal eso de ponerme la miel en los labios y pretender que me quede en casa, o salga con mascarilla, que es un coñazo, o me tenga que tomar algo a un metro de distancia de mi colega, cagontó. Así que voy y si sucede el contagio ya veremos a quién le cargo el muerto. Y salgo mañana en las redes sociales a escribir sandeces de que en el pueblo hace falta dinero y hace falta trabajo y no una pamplina de feria que es un gasto innecesario. Pues por eso mismo, alma de cántaro, por eso mismo hay que hacer cosas como ésta para ver si así la economía se alivia un poco y el trabajo se conserva en la medida de lo posible.

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