El Güichi Torres
Como “Los Últimos de Filipinas” resistió sin desánimo hasta el pasado 2 de Mayo en que la revolución del nuevo capitalismo no pudo con el pueblo de la renta antigua.
Como aquellos héroes de El Baler, cual si se fuera Vigil de Quiñones o el Capitán de las Morenas, había un reducto en la Isla como lo fue aquella misión en tierras Filipinas, que resiste las acometidas del tiempo y las modas.
Situado en la isleña “Plaza del Piojito” el GÜICHI TORRES se levantaba y acogía a todos los cargadores de la Isla y en especial a los históricos. Desde 1980 lo regentaba Manuel Pérez Marín.
El establecimiento abrió en la década de los 40 del siglo XX en un local que había sido cochera de carruajes y luego de coches y carbonería. Durante 34 años su propietario fue Jesús Torres Conde, que fue el que le dió el nombre.
Manolo, cargador añejo y ahora Capataz, siempre tuvo en su local a los cargadores -en especial a los del Nazareno que en aquellos años 80 se establecieron como Cuadrilla de Hermanos- como santo seña de su negocio. Todo ello sin obviar a los Policías Nacionales de la antigua comisaría y el personal y pacientes del Centro de Salud “Rodríguez Arias”.
Con el tiempo y los nuevos usos de la carga, se fueron acercando al Güichi cargadores de todas las Cuadrillas -en especial los históricos de la JCC- y Manolo sirvió de nexo de unión entre la carga tradicional y los nuevos “chavales” que se iniciaban en el mundo de la “maera”.
La Familia Carrillo, Pepe el Capi, Bigote, Guimerá, Zaragoza, Perico Palomino, Marassi, Carlos Soto, Paquito Hurtado, Vela, Perico el Viejo Aguador, Mellao... la lista sería interminable de cargadores señeros de nuestra tierra. Todos siempre en alegre y eficaz tertulia comandada por “Manué” Capitán del destacamento siempre al servico y a la ayuda de sus clientes y amigos.
Allí pasaron miles de anécdotas y se dieron cita grandiosos personajes de esa Isla añeja que ha perdido otro lugar histórico. Desde Pepe el Lotero “Pasos Largos” al surrealista “Moi”.
Manolo dio allí los famosos desayunos con huevos fritos en la mañana del Viernes Santo a los Cargadores del Nazareno, dio comidas de fraternidad cargadora, dio la famosa “convía” al Santo Entierro con la Cuadrilla JCC... a pesar de que era Capataz de Tres Caídas y tenía el Viernes Santo para descansar.
Aguantó al mando del destacamento cuando sus amigos lo tenían allí hasta las tantas de la tarde o de la noche, aconsejó y ayudó a todo el que se acercó... y siempre con una sonrisa y sin pedir referencias, a pesar de muchas veces no obtener nada a cambio.
Supo con arte y educación resistir modas, conyunturas y prohibiciones del mundo de la carga con una elegancia digna de aplauso. Hoy, ya rendido el destacamento, se renueva con brío e ilusión en lograr un nuevo proyecto, un nuevo local donde seguir con la tradición.
Y allí, resistiendo hasta última hota las “batallas” como el valeroso destacamento en ultramar, estuvo Manolo, como maestro de ceremonias del santuario de la carga isleña, donde muchas generaciones de cargadores y amantes de la Semana Santa, paraban para revivir sus luchas, sus recuerdos y polemizar sobre el momento actual del bello oficio de llevar pasos.
Aunque como aquella gesta de Filipinas, no se quiere que cambien las cosas en su esencia y se resistirá a muerte por las tradiciones más isleñas que hay: La CARGA y Los GÜICHIS.
Capitán “Manué” hasta la muerte tu batallón, aquí no hay rendición.
Don Manuel, desde que mi padre nos llevó por primera vez a ese pequeño y entrañable lugar a mi hermano y a mi, siempre nos sentimos como en casa. Gracias por todos esos buenos ratos y esos desayunos que siempre quedarán en la memoria. Un abrazo Manolo.