Publicado el: Lun, 7 May, 2018
Opinión

El mundo escondido tras los muros

Casa salinera Dolores, la más típica de la zona.

El llano inmenso que son las marismas de nuestra tierra nos hace suponer que nada puede escaparse de nuestra vista, y lo cierto es, que si bien como sucede en Los Alcornocales, literalmente, los árboles no dejan ver el bosque, tampoco nuestras salinas y esteros están escasos de escondites, y ni son tan transparentes como muchos piensan. En muchas ocasiones, las nidadas de las aves, ni siquiera se encuentran lejos del trasiego de los senderistas que recorremos las rutas marcadas, ni de las famosas “vueltas de afuera” que muchos hemos recorrido en nuestros paseos tiempos ha, sólo un pequeño recoveco, o apenas unas conchas o unas piedras, sirven de hogar para muchas crías de aves que tienen en el arte de la sencillez y el mimetismo su mejor arma para ocultarse de los predadores, como sucede con los chorlitejos.

Detalle arquitectónico de casa salinera.

No obstante, y entre los ecosistemas a observar como más interesantes dentro del parque natural, se encuentran las, por desgracia, abandonadas casas salineras o los molinos de mareas; perdidos ambos en la tela de araña burocrática que impiden su aprovechamiento o restauración al menos. Aunque nadie lo piense como tal, los muros de dichos edificios ruinosos ofrecen en sus huecos algunos hogares para toda clase de aves, o gatos domésticos que se han criado como lo que fueron un día, felinos salvajes, predadores natos en busca de los roedores que tanto abundan. Pero sin duda, los reyes de las oquedades son tres rapaces, dos diurnas, y una nocturna; sobre todolas dos primeras, el cernícalo común y elprimilla, son relativamente comunes en nuestra zona, y sólo las diferentes tonalidades de sus plumajes nos permite distinguir un ave de otra. Ambas son especies falconiformes, primos cercanos al halcón peregrino, que siendo más común en otros lugares de la provincia como en los acantilados de Barbate, suele verse por aquí en algunas ocasiones. Los cernícalos suelen verse fácilmente, incluso dentro de la ciudad, a la caída del sol, en búsqueda y captura del algún roedor o alguna que otra ave pequeña; para ello, a falta de oteaderos en muchas ocasiones procedea quedarse estático en un punto en el aire, moviendo sus alas a gran velocidad. Hecho que le ha dado nombre al ave en cuestión, pues se cierne sobre sus presas. La tercera de las grandes aves de las que habita en las casas ruinosas, la lechuza común, es todo un espectro nocturno que asegura el fin de sus presas del modo más silencioso posible, sin que muchas de sus víctimas apenas tengan tiempo de reacción, e incluso, apenas se den cuenta de su trágico destino. Al igual que las dos anteriores aves, nidifica en los huecos de los muros ruinosos, donde con sus característicos ruidos, con su silueta blanca y su vuelo silencioso, seguro que han dado lugar a más de alguna leyenda sobre fantasmas en viejos caserones y molinos.

Los molinos de mareas también ofrecen refugio a la fauna local.

Pero no son las únicas aves que utilizan las casas arruinadas como lugar de cría. Los más que conocidos vencejos, así como los aviones y las golondrinas, habitan también estos lugares gracias a la abundancia de mosquitos en el periodo estival. Y en invierno he podido observar entre las nieblas mañaneras, como más de alguna garza real utiliza la parte superior de las casas y molinos como dormideros a falta de árboles. Además de las aves, los reptiles son también reyes de estos lugares, entre ellas la salamanquesa costera, que con las ventosas de sus patas vive en la verticalidad más absoluta de cualquier pared, las lagartijas, y alguna que otra culebra, como la bastarda o la escalera, pudiendo observarse ejemplares espectaculares de más de dos metros, y que pueden verse en plenos caminos salineros, o entre los ladrillos caídos de algún muro, como refugio para cazar.

Queda terminar diciendo, una vez más, que la maraña burocrática que afecta a cualquier proyecto que se ponga encima de la mesa, y que afecte a los molinos de mareas y a las casas salineras, acaban por demorarse hasta la exasperación absoluta, cayendo, al final en el olvido, y con ello, en el abandono absoluto de unos lugares que representan un valor sentimental, de identificación local y etnográfico que se están perdiendo. No se da lugar a la creación de empleo, de proyectos, además, ni siquiera a una restauración de urgencia, una remodelación, y un lavado de cara, concienzudo, que permita además a la fauna de los medios antropizados vivir y criar sin problemas, ya que algunas restauraciones acaban por echar a las aves que anidan en los huecos, por ejemplo. Ya hay ejemplos a los que seguir en los que se respetan o crean algunas oquedades para favorecer la nidificación. Dura administración para los edificios a proteger, y tan blanda para los diseminados, las construcciones ilegales y los hoteles a pie de playa, y es que como siempre se ha dicho, pocas son las alegrías en la casa del pobre.

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