Publicado el: Mié, 28 Dic, 2016
Opinión

Superpoblación: Cuando el problema es que son muchos

Las gaviotas patiamarillas se benefician de los restos que los humanos dejan.

Las gaviotas patiamarillas se benefician de los restos que los humanos dejan.

De todos es conocido ya, el enorme impacto para nuestro planeta, y para el medio, en términos más locales, que supone la presencia del ser humano como especie cuya supervivencia se ha caracterizado por la transformación del ecosistema a su favor, en lugar de adaptarse como sucede con el resto de seres vivos. Hay quien le pone nombre a la huella que vamos a dejar, y ya se habla de la conocida Sexta Extinción, como crisis de la biodiversidad, lograda esta vez, por un agente interno de la vida, y no como sucedió en anteriores ocasiones, por elementos inertes, exteriores o interiores, como pudiera suceder con una sucesión de erupciones volcánicas o un meteoro de tamaño considerable; o bien por el contrario por una suerte de cambios climáticos naturales. En este caso, es el propio hombre, como animal, el que actúa como un agente patógeno para nuestro planeta.

Aunque en un principio sea lo más llamativo la desaparición de especies, muchas de ellas emblemáticas, pero que sin duda suponen una clara competencia en el nicho ecológico para el propio ser humano como superpredador, lo cierto es, que esto genera unos desequilibrios ambientales en el que no hay solución alguna. Y lo mismo que podemos hablar de extinciones, hay que resaltar que éstas, producen otros efectos secundarios, entre los cuales se encuentran las superpoblaciones de determinadas especies que pasan a encontrarse sin un predador que se dedique al control de poblaciones de algunos animales, que por el contrario, se han visto beneficiados con la presencia humana. No hablo de especies introducidas por el mismo, como sucede con la cotorra argentina, tan comunes ya en muchos parque urbanos. Sino por el contrario, de animales que siendo naturales del lugar, se han sabido adaptar a los nuevos hábitats generados artificialmente, cambiando incluso de costumbres, como ha sucedido con la mayoría de cigüeñas blancas españolas, las cuales antes emigraban hacia el continente africano (como el resto de sus primas europeas), y que se alimentaban mayormente de insectos, anfibios y reptiles. El calentamiento del clima, y la mayor presencia de sequías, sumado al fácil acceso de los vertederos, ha hecho que éstas se adaptaran al sedentarismo en muchos casos, ya que el acceso a la alimento se ha vuelto mucho más fácil para ellas. Otras beneficiadas gracias a las basuras, sin duda, son las gaviotas patiamarillas (las que mayormente vemos aquí), aves pelágicas que han tenido como medio de vida, desde siempre, el robo de comida entre ellas, u otras especies. Al igual que el anterior caso, la comida fácil hace de las gaviotas una usuaria común entre las montañas de basura, así como interactúan en las ciudades y pueblos cogiendo trozos de pan, u otros alimentos del suelo. Pero a diferencia de las cigüeñas, ave inofensiva en el 99% de los casos, estas tienen un carácter agresivo y dado a la rapiña, dando ya problemas en diversas localidades donde la población es sobreabundante, pues no dudan en atacar al ser humano. No somos la única víctima, distintas entidades relacionadas con los distintos parques naturales o consejerías de medio ambiente de turno, tienen que actuar controlando las poblaciones y zonas de criadero de gaviotas, porque suponen un impacto negativo para otras especies animales, desplazándolas, cuando no, ayudando a la extinción de las mismas.

En medios urbanos hemos visto, como la falta de halcones y cernícalos, ha implicado la superpoblación de otras especies como las palomas domésticas, la tórtola turca o los estorninos (ssp.), que tanto estragos causan en edificaciones, vehículos y ropa entre otros materiales debido a sus defecaciones masivas. En los medios rurales o marismeños también los impactos son importantes, hay dos ejemplos cercanos:

  • Uno primero, que afecta a nuestras marismas, que es el caso de superpoblación de cormorán grande. En cuyo caso, es un asunto complicado de tratar, porque hablamos de una especie que tiene sus cuarteles de invierno en nuestra tierra, pero que nidifica, en terceros países.
  • Y un segundo caso, el de muchas de nuestras serranías, donde amén de la población natural de distintos ungulados, cérvidos mayoritariamente, se han venido introduciendo otras foráneas para el negocio de la caza mayor. Creando una presión ambiental, para las especies vegetales, muchas endémicas y de gran valor, que tienden a desaparecer, pues hay superpoblación de herbívoros, y ningún superpredador que los controle. En el caso de la caza menor, hay ocasiones aún más graves, con la introducción de especies como la malvasía canela, que tiende a hibridarse con la cabeciblanca, natural de aquí.
En el plano urbano, con la falta de predadores la población de palomas domésticas se multiplica exponencialmente.

En el plano urbano, con la falta de predadores la población de palomas domésticas se multiplica exponencialmente.

Hoy en día quedan lejanos los tiempos en los que se hablaban de plagas de insectos como las langostas, debido al uso de pesticidas y demás, pero por el contrario se han fomentado otras como las de mosquitos, algunos foráneos, que han encontrado vacíos muchos nichos que tenían especies desplazadas, y por la ausencia de muchas aves insectívoras que servían de dique de contención. Terminaré con un caso, en el que no hay superpoblación, pero que sirve para darnos cuenta de cómo la llegada de una especie supone un impacto al medio que le rodea. Existe por parte de la administración un proyecto de recuperación del ibis Eremita (mientras sigue cayendo en el olvido el torillo andaluz) en la comarca de la Janda, donde la especie se extinguió años ha, y por causas naturales, la reintroducción de las aves ha significado que los acantilados que rodean la población de Vejer de la Frontera, se encuentren vacíos de aves, y que sólo lo ocupen las mencionadas aves. Aunque eso sí, los expertos advierten, el medio volverá a la normalidad con los Ibis, y el resto de aves, pues comentan, que tras el golpe, viene la recuperación. Sin embargo, los humanos no somos como los Ibis, un golpe nuestro en el medio, con la industrialización, urbanización y contaminación del medio, suponen una merma y un empobrecimiento del ecosistema. Nuestra, en teoría superior inteligencia, y nuestra supervivencia, nos obliga en un futuro que administremos bien y con responsabilidad nuestros recursos.

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