Publicado el: Mar, 22 Nov, 2016
Opinión

El canto del cisne del nopal

Ejemplar sano de Opuntia Ficus- Indica, antes de la plaga.

Ejemplar sano de Opuntia Ficus- Indica, antes de la plaga.

Ha vuelto a suceder, la mano del ser humano otra vez ha sido la causante de un nuevo desastre natural que pasa desapercibido ante la mirada de muchos, pero que por silencioso, no deja de ser menos preocupante. La desolación vegetal vuelve una vez más a nuestros campos, ciudades y, sobre todo, a las huertas. No tiene la espectacularidad de uno de esos incendios, que por desgracia, estamos tan acostumbrados a ver en los telediarios de nuestros televisores todos los veranos; pero no por ello es menos importante. Es una nueva plaga, una más, de las muchas que llevamos desde hace algunos años en algunas de las especies vegetales emblemáticas que forman parte de nuestros paisajes, y que tanto cariño tenemos, pues a pesar de que algunas puedan ser de origen foránea, ya forman parte de nuestra flora local, y también, como no de nuestra cultura etnográfica, nuestra retina, nuestros recuerdos, e incluso, en éste caso, de nuestra gastronomía. En éste caso me refiero a la popular chumbera, tuna o nopal (Opuntia Ficus- Indica). Víctima de una plaga, la cochinilla del carmín (DactylupiusOpuntiae), que está arrasando con ella desde hace un tiempo para acá. Una amenaza que se expande rápidamente por todo el sur, en un avance constante, y que llega a ser mortal en más del 80% de ejemplares afectados. Los síntomas se ven ya a primera vista, se trata de ejemplares que han perdido su verdor para tornar en un tono pálido, blanquecino, algodonoso, y con un aspecto marchito, con sus palas abatidas. Esto es debido a que el insecto se alimenta de la savia debilitando la planta hasta su desecación final.

El origen del insecto en concreto, al igual que el del nopal, es mejicano, importándose hace ya una decena de años, para la obtención de distintos cosméticos por medios naturales, ya que de ella se extrae carmín natural (al apretarse las manchas blancas se desprende un líquido rojizo). Por lo que la plaga, a pesar de haber dado la cara hace unos pocos años, pues se detectó por primera vez en Alcantarilla (Murcia) por el 2.006, extendiéndose por la zona suroriental de nuestra nación hasta llegar a toda Andalucía y Comunidad Valenciana; es ya veterana en España, pero antes se encontraba restringida a un determinado entorno. La razón del descontrol y de su rápida propagación, responde una vez más a motivos económicos: la baja rentabilidad de su cultivo. Ya que antes, la población de dichos insectos se controlaba artificialmente, si bien ahora, no tiene enemigo alguno que no le permita expandirse ni dique que lo contenga. Pero además, para colmo de males, el nopal, está considerada como especie invasora en el Catálogo Español de Especies Invasoras (R.D. 630/ 2013, de 2 de agosto), por lo tanto no es una especie a proteger, sino todo lo contrario. Aunque hay cierta indulgencia (y contradicción), pues a pesar de estar prohibida su posesión, comercio e introducción como especie, sí que está permitida la comercialización de sus frutos, y su cultivo en zonas destinadas a ello. Por lo tanto, abandonamos el terreno medioambiental para entrar en el del mundo de la agricultura, donde la ley 43/ 2002, es clara: se responsabiliza a los agricultores de la vigilancia y el control de las plagas en sus cultivos. Aunque también permite la colaboración de la Administración para que tome medidas en casos graves y de emergencia, y en el supuesto de que los particulares no puedan asumir económicamente solución alguna, por su elevado coste. Por ello, organismos oficiales, alentados también por asociaciones ecologistas y agricultores, han tomado parte para controlar la plaga, aunque sin demasiada fortuna por el momento. Por lo que hay muchas voces que ya, alertan de la extinción del nopal en nuestra tierra.

La chumbera, nopal o tuna, pertenece a la familia de las cactáceas, es originaria de Mesoamérica, aunque fue de las primeras especies introducidas en España por labor de muchos conquistadores allá por el siglo XVI, siendo favorecida su rápida expansión gracias a que los navegantes solían llevar plantas vivas para evitar el escorbuto. Por otro lado, en el sur de España, se empezó a utilizar con el paso de los siglos, por varias funciones benefactoras: como linde para demarcación de fincas, para defensa de las mismas (como elemento disuasorio, primero para piratas y berberiscos, luego para ladrones, cuatreros, bandoleros…), y para lo contrario, en la campiña gaditana, también evitan que se escapen las reses bravas. Asimismo, sirven como retención de suelos escarpados, y por supuesto, como cultivo de sus preciados higos, usos medicinales, cosméticos, etc. Todo ello facilitó su naturalización en toda la cuenca mediterránea. Sirviendo como refugio de muchas especies mediterráneas, como el conejo común o europeo (OryctolagusCuniculus), que instala muchas de sus madrigueras debajo de los nopales, con la consiguiente atracción de predadores, y enriquecimiento de la fauna, en la zona. Otro que se beneficia del refugio que ofrece sus espesuras y espinas, son los camaleones comunes (ChamaleoChamaleon), sobre todo para aquellos que viven en las últimas huertas de las zonas costeras gaditanas. Por lo que su importancia medioambiental queda patente en nuestra tierra.

Así quedan los ejemplares afectados por la cochinilla del carmín.

Así quedan los ejemplares afectados por la cochinilla del carmín.

La lección de la última plaga anterior a ésta, la del Picudo Rojo y su ataque a las palmeras tipo Phoenix (Canariensis o Dactylifera) no ha sido suficiente para darnos cuenta del daño, no medioambiental, ni sentimental si quiera, sino económico que ha supuesto la falta de cuidados en el transporte de especies foráneas por parte del ser humano. Como dato diré, que cada tratamiento de una de las especies de palmeras afectadas implicaba un importe de 600 euros por cada una. Sin éxito asegurado. Y con un largo proceso de curación. Todo se debió a la importación de palmas procedentes de Egipto y Oriente Medio, de donde procede el insecto en cuestión (se ve que aquí no había ya palmeras). Aunque no lo veamos, cualquier elemento insignificante en el medio, puede significar una gran trasformación del mismo, y no siempre para bien. Se nos va en ello, nuestro dinero, nuestros recuerdos, y parte de nuestra cultura como pueblo, aunque no lo creamos.

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