Publicado el: Mié, 20 Jul, 2016
Opinión

Pared de agua

Calle Santiago, donde las aguas llegaron, junto con Dolores a la mitad de la misma.

Calle Santiago, donde las aguas llegaron, junto con Dolores a la mitad de la misma.

Se encuentra usted en la playa, el silencio lo acapara todo, es tan intenso, que paradójicamente, llama la atención, no se escucha nada, absolutamente nada, ni un canto de ave, parece que se las ha tragado la tierra, o que los animales han huido, o se han escondido; ni siquiera el mar se oye, ni una triste ola. Es la calma total justo antes de la tormenta. En un momento dado, el agua del mar se retira súbitamente, la orilla se aleja por momento, cada vez más rápido, y deja al descubierto sectores sumergidos que ni en las mayores mareas se pueden observar. Es el momento de huir y buscar un refugio en alguna construcción alta o en algún cerro cercano. Empieza a formarse un tsunami o maremoto, el cual suele estar producido en la mayoría de las ocasiones por un terremoto. Y hay que entrar a explicar estos dos conceptos que parecen similares, pero no tienen por qué estar vinculados. Uno puede producirse sin el otro. Un maremoto, normalmente, es causa de un terremoto cuyo epicentro se encuentra en zonas marinas. Aunque puede haber terremoto sin que haya tsunamis. Mientras que las olas gigantes también pueden producirse por el efecto de algún volcán submarino. Para explicar esto hay que recurrir al simple ejemplo de la piedra que golpea el agua y forma una serie de ondas circulares concéntricas, y que rápidamente se expanden a sus alrededores. Con lo cual, el fenómeno que dé lugar al del tsunami se puede encontrar a miles de kilómetros de nuestras costas, y sin embargo, golpearnos con relativa (o no) fuerza. Por ejemplo, en el terremoto de 2011, en Japón, se produjo un maremoto, que llegó a las costas chilenas. Sin embargo, no es el único fenómeno que puede llegar a invadir un área costera.Las bajas presiones también lo logran; por ejemplo huracanes y tormentas tropicales, o borrascas muy intensas, como las sucedidas algunos inviernos, como en 1.996, cuando el mar llegó a la carretera de Camposoto. Sin embargo la dinámica no es la misma, un maremoto es, casi literalmente una pared de agua, a diferencia de las de borrasca, que funcionan con la típica forma clásica de flujo y reflujo. En el tsunami, es una invasión de agua, literalmente, no se detiene ante ningún obstáculo, y ésta se retira al final de todo el proceso, volviendo a arrastrar mar adentro todo lo que contenga, sin posibilidad de escape alguno.

Cortado en Alcalá de los Gazules, que demuestra en sus estratos superiores la entrada del maremoto de 1755, unos 15 km tierra adentro.

Cortado en Alcalá de los Gazules, que demuestra en sus estratos superiores la entrada del maremoto de 1755, unos 15 km tierra adentro.

En contra de lo que la mayoría de la gente cree, no se ve en un principio, una ola gigante a punto de barrer la zona, sino que se observará una ola, más o menos grande, pero nada destacada, que sí llega con una fuerza descomunal que arrasa con todo lo que se encuentre por delante, y con una rapidez tremenda, que en escasos instantes llega a ocupar amplias zonas interiores con una facilidad que desborda a casi todos los obstáculos presentes. Eso sí, una vez llegada ésta primera ola, llegará cada vez más volumen de agua, convirtiéndose en una pared insalvable, que arrastra con todo: vehículos, personas, edificios, etc. y los lleva bastantes kilómetros tierra adentro. Todo esto se puede observar en algunos de los videos grabados en 2.011 en Japón. Aunque no hay que irse tan lejos para ver los efectos de dicho desastre en nuestra área. Primero hay que recurrir a los textos y descripciones recogidos en el desastre de 1.755, el llamado terremoto de Lisboa, y que afectó gravemente a las costas de Cádiz y Huelva. En concreto, en San Fernando, se dice que las aguas llegaron a la mitad de la calle Dolores. Hoy en día, bastantes más barrios se verían afectados, ya que se ha construido en terrenos ganados a las salinas. En el caso de Cádiz (Paseo Marítimo), o urbanizaciones como la Barrosa, la catástrofe sería peor, y más, si éste sucede en verano, época turística por excelencia.  Segundo, se puede recurrir a la geología, pues hay estudios, como el de la Universidad de Huelva, en el que se muestran los efectos de los distintos maremotos que han afectado al Golfo de Cádiz (del 210 a.c. al de 1.755), en el que la ruptura de estratos (relativamente modernos)  en terrenos de tierra adentro, en el que se pueden observar materiales marinos en lugares de interior. Donde no pudo llegar el mar si no fue de otro modo que con un cataclismo de este tipo. Por ejemplo en el de Lisboa, las aguas penetraron, al menos, unos quince kilómetros en nuestra provincia. Como muestra, hoy día, en un mirador del Parque Natural de Los Alcornocales, en las cercanías de Alcalá de los Gazules, se pueden observar conchas marinas en algunos cortados lindantes con el mismo, lo que indica hasta donde llegó el mar en nuestra provincia, la más afectada en el de Lisboa, en lo que a maremoto se refiere: los testigos hablan de que éste alcanzó los doce metros de altura (el lugar que más se le acerca, Madeira, llegó a los cuatro).

Los tsunamis difieren de las olas normales en su dinámica, movimiento, y origen en su formación.

Los tsunamis difieren de las olas normales en su dinámica, movimiento, y origen en su formación.

En aquel año, se produjo uno de los seísmos más duros de la historia, con una magnitud de entre 7,5 y 8 en la escala de Richter, aunque hay expertos que opinan que pudo llegar a 9 (como en el de Japón en 2.011)  y cuyo epicentro se pudo encontrar en las cercanías de Lisboa, o bien como parece más plausible, en el cabo de San Vicente, pues no es el primero, y parece ser que tampoco el último, ya que está considerado como zona de riesgo por los expertos. En todo caso, si bien no hay que estar desprevenido en esto, tampoco es cuestión de alarmar a nadie, pues aquí no existe una frecuencia tan alta como en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico. Ahora bien, contado todo esto, con ello espero haber aclarado que lo sucedido en días anteriores con respecto a las banderas rojas en la playa, en el que circulaba por las redes sociales la posibilidad de un maremoto en nuestra ciudad, les diré que no es posible que una alerta sólo afecte a San Fernando y la vecina Chiclana, el área de precaución sería bastante mayor, abarcaría zonas mayores, como toda Europa occidental y norte de África. Por otro lado, eso sí que es verdad, la presencia de microseismos y micromaremotos es bastante más frecuente de lo que cree la gente, son movimientos que ni siquiera se notan, y que se dan casi a diario. Aunque lo normal, es que aquí no se superen los cuatro grados en la escala de Richter. Es el toque de atención periódico, que pese a nuestros avances y nuestra mirada por encima del hombro al medio que nos rodea, nos demuestra que somos un elemento más, un pequeño eslabón en el mundo que nos rodea, sin posibilidad alguna de defensa ante la ira de la naturaleza, cuando decide dar un golpe en la mesa.

 

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