Publicado el: Mié, 4 Nov, 2015
Opinión

Agarrado a la manigueta

Xto silencio 1978.

Xto silencio 1978.

En las cuadrillas tradicionales a cada miembro de la familia le correspondía una misión que cumplir: Nene, Paquito, Nico y Manolo iban a apuntalar las cuadrillas, unos mandando, otros llevando la voz, alguno simplemente cargando y animando al resto de compañeros. Formaban parte del engrasado engranaje que permitía que todo rodara a la perfección y los pasos salieran y se recogieran como era menester.

Él nunca se metió debajo. Nunca pudo emular los sueños de sus hermanos amarrando la almohada en las tardes de esplendor y gloria de los años 1970. Rafael Carrillo Tinoco el Cojito, hijo y nieto de capataces, nació con un defecto en la pierna. Nicolás Carrillo le dio su sitio, confiaba en él y lo puso delante de los pasos a dirigirlos. Iba donde le mandaran, sin rechistar ni poner una sola pega. Su territorio era el barrio de la Pastora y allí iba los luminosos Lunes Santos a sacar el Cristo del Ecce Homo por la dificultosa puerta chica acompañado de su tío Fernando Tinoco el Conino y de Manolo Ramírez Bigote. O a San Francisco, en la oscuridad nocturna del Jueves Santo con cuatro hachonesiluminando al Cristo de Expiración. Y cuando el tiempo alumbró la plata de los palios se arrimó a la Virgen de la Salud y de la Piedad.

Los capataces antiguos mantenían la costumbre de regir los pasos pegados al respiradero, rozándolos, y Rafaelito asumió esta máxima como algo personal. Quién lo viera delante jamás sospecharía de su defecto al andar, pasando desapercibido a las miradas. Se sentía cómodo agarrado a la manigueta, sin soltarla ni un instante. Manigueta que como timón en mano diestra marcaba el rumbo del andar de los cargadores. Le gustaba sentir los mecíos, calambrazos de arte que alcanzaban su cuerpo al contacto con la madera o el metal, mecíos al compás de su herida pierna.

Luego, cuando inexorablemente su padre dejó el mando de la cuadrilla, se puso a las órdenes de su hermano Nene. Y con él, continuó en la Misericordia llevando a la Virgen de la Piedad, y en la Columna con el palio de las Lágrimas. Con la misma humildad, con su buen carácter, como la buena gente que es. Hasta el final.

He querido dedicarte estas líneas porque nadie te lo ha recordado nunca. Porque te llevé delante de capataz en lejanas e ilusionantes noches. Y porque el Majanillo, la voz que repetía tus maniobras en la Piedad, me recordó que te lo merecías.

Sobre el autor

- Alberto Salas Sánchez, es autor de los libros Cargadores de la Isla, (Historia, tradición y anécdotas) y Anecdotario comentado de Semana Santa. Ha ejercido como cargador durante 26 años perteneciendo a las Cuadrillas de Nicolás Carrillo, Mater Amabilis y Jóvenes Cargadores Cofrades (JCC). En la actualidad es capataz de la JCC.

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