Publicado el: Mié, 22 Jun, 2022
Opinión

La Feria del Libro

Si a mí mañana me encargaran organizar un Congreso yo qué sé, taurino, por ejemplo, lo más probable es que me saliese algo bastante mediocre, simplemente porque no he visto una corrida de toros, en mi vida y de tauromaquia no tengo ni idea, ni tampoco me interesa. Pero claro, esta ciudad tan sui generis forma parte de España, y es deporte nacional opinar o hacer algo sobre aquello de lo que no se tiene ni pajolera idea. Así que, si se diese el caso, contrataría a uno que sabe y luego en un alarde dictatorial propio de mi estirpe y mi rancio abolengo, le diría al experto quién sí y quién no debe estar en el Congreso, según me caiga mejor o peor el ponente, porque obviamente, no tengo otro criterio que no sea ese. Y quitaría a fulanito, a menganita y a zutanito porque yo no los conozco, - ¡a quién voy a conocer yo si no tengo ni idea de la materia-.

Este símil puede valer también para, por ejemplo, una feria del libro, que después de dos años de ausencia obligada y de manera tan sorprendente como repentina, ahora interesa a todo el elenco gubernamental localista, curiosamente el mismo al que en años precedentes no se les veía el pelo por semejantes lares. Y sale por arte de birlibirloque una feria cortita y con sifón. Demasiado ha hecho mi amigo el coordinador que se ha visto metido en un berenjenal y ha tenido que organizarla a la carrera y casi sin tiempo, menos mal que él siempre está, menos mal que el sí que sabe lo que hace y menos mal que a él es más difícil decirle a quien sí y a quien no.

Otro de los deportes nacionales es la ingratitud. En las ferias pre pandemia era costumbre llamar a autores locales y amigos tertulianos que organizaban el tiglado, sin trincá -que diría el maestro Beni- y ellos sacaban las castañas del fuego y cumplían más o menos con el trámite… y a otra cosa. Ahora no, ahora a esos no sólo se les ignora, sino que se les quita del programa, aunque no a todos -otro día os contaré por qué unos sí y otros no, que ahora quizás no proceda-. Y se les quita realmente porque le sale de sus rizos despeinados a la delegada de turno, porque a parte del elenco del programa dice no los conoce… normal, alma de cántaro, ¡si no has abierto un libro en tu vida! Y así, con un plumazo de soberbia y de insolvencia cultural borra del escenario de la Plaza de la Iglesia a Juan Gómez Jurado o a Susana Martín Gijón, entre otros, porque en su papel de delegada de Incultura, ¡no los conoce! Desde aquel episodio de Esperanza Aguirre y Sara Mago no veía una patada a la cultura de tal calibre. Y lo peor es que se lo consienten, se lo aplauden y no pasa nada, total, es la cultura, la hermana pobre, la cenicienta de siempre.

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