Publicado el: Mié, 22 Sep, 2021
Opinión

Entre el olvido y la memoria

Foto. Leonor montañés Beltrán.

Fuiste poco a poco enredándote en la nada, en el vacío que los años han hecho en tu memoria, en ese olvido sempiterno que se ha quedado en tu mente. Fue todo muy sutil, ni siquiera hubo tiempo para decirnos cosas evidentes y aunque de vez en cuando tu desdibujada sonrisa disimula la tristeza que te invade -y que me invade- tengo que hacer malabares con el alma para que no se me rompa a veces de pena, a veces de desesperación, a veces agotada de tanta lucha.

He tenido que aprender a verte distinta, a abrazarte de mil maneras diferentes, a oír lo que sé que no quieres decirme y a sufrir en silencio por todas las cosas que te quedaban por contarme. Por todas esas cosas que ya sé que no me dirás nunca. He aprendido también a intuirte, a presagiar todos aquellos cuidados que necesitas.

Desterrados los recuerdos, yerma la mente de todas las historias que te hicieron ser tú, la muerte en vida, la vida también olvidándose de la muerte. La misma herida tenemos, tú en la mente, yo en corazón. La misma herida que no sabe que el amor que te tengo es más fuerte que los bocados que me pega con dentelladas letales.

Todavía me quedan manos para estrechar las tuyas, todavía te queda mi mente para pensar por ti ahora que no puedes hacerlo. Todavía me queda memoria para hacer inolvidable tu memoria.

Porque tu memoria sigue: en los cuentos que hacían las veces de nana, en los miles de momentos que te gustaba contar, en los besos que me diste, en los abrazos necesarios, en tus lecciones de vida, en tu lucha, en tu fe, en tu manera de hablar, en lo que siempre has sentido, en tu mirada, en las veces que la luna se metió en tu vientre, en tu esfuerzo diario, en tu cariño a raudales, en todo aquello que te hicieron ser tú, en tus virtudes y en tus defectos, en las promesas cumplidas y en aquellas que esta maldita enfermedad no te dejado cumplir. Porque yo sí, yo tengo todavía la hermosa certeza de saber quién eres.
Y sin embargo aquí me tienes – perdón por esa irascibilidad de a veces- para ayudarte en tu caminar: cada vez más lento, cada vez más débil, cada vez más difícil; para ser tu alimento, para saciarte la sed, para encenderte las luces de esas noches que cada vez se van haciendo más grandes y oscuras, camino hacia un final que se asoma a lo lejos como un alivio.

Y sin embargo ahí te tengo, y aquí. No sabes cuánto duele tenerte tan cerca y echarte tanto de menos.

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