Publicado el: Mié, 30 Dic, 2020
Opinión

Mutis por la vida

Fotografía. Leonor Montañés Beltrán.

...Y toca hoy poner el epílogo a tu vida, corta pero intensa. Y toca hoy abrir tu testamento y ver que es eso que nos dejas en herencia. El trasiego de los días, aquellos primeros cuando parecías interminable, cuando con la incertidumbre te cambiaba los pañales, allí cuando eras recién nacido, con la esperanza de que fueses año de bienes, de recuerdo grato. Y te vimos crecer, arrancando de cuajo las primeras hojas, páginas de un tiempo que entonces pasaba desapercibido. Un invierno que sin más pena que gloria, como todos inviernos habituales, pasó sin que nos diésemos cuenta, aunque ya la vida había sembrado la semilla, anticipo de una pandemia que nos sacude desde entonces.

Y sin embargo llegó la primavera, caprichosa como siempre y triste como nunca, trayendo entre su ráfagas de sol un aire distinto, un aire enfermo, un aire contaminado. Una primavera que no sólo no alteró la sangre, como se esperaba de ella, pero que si alteró la vida y se llevó los abrazos, los besos, las caricias...una primavera que nos condenó a arresto domiciliario primero, y que hizo luego infinitas las distancias...infinitas distancias que lo son todavía.

Y nos diste un alivio en verano, dejándonos claro que somos, los seres humanos, absolutamente prescindibles, que no somos necesarios, que sin nosotros la vida sigue y quizás para mejor. Que no somos ni siquiera importantes. Que las flores crecen, que los pájaros vuelan, que el aire respira, que el mar está más cerca, que el cielo es más azul, que todo fluye heráclitamente, Panta rei. Que somos y no somos.

Pero como los seres humanos nos seguimos creyendo el ombligo del mundo, y somos capaces de tropezar infinitas veces con la misma cortedad intelectual que nos caracteriza -esa ineptitud a la que llamamos piedra-, y luego ya nos justificaremos echando la culpa a los demás, sucede también que no escarmentamos. Y así nos vemos, con el aire racionado por una mascarilla que se ha convertido ya en un complemento de vestir.

Esa es tu herencia. Una herencia que nos ha embargado de la vida, que nos ha cambiado algunos conceptos, que nos ha enseñado -auqnue como digo, nos aprenderemos nunca- que la vida puede y debe vivirse de otra forma.

Adiós, no hay nada más triste que despedirte sin lágrimas en los ojos, con un recuerdo ingrávido, con la triste sensación que queda cuado se nos muere un tiempo que ha pasado su vida en cuidados paliativos. Es curioso, los años veinte siempre han sido años locos y tal vez por eso, ahora que te mueves a compás de tus últimas boqueadas, ahora es cuando nos traes la esperanza, esa luz al final del túnel de la que hablan los moribundos.

Sea para ti la tierra leve. La tierra, el infierno, o lo que te entierre. Aquí de momento nos quedamos a ver lo qué es lo que tu hijo nos trae debajo del brazo.

Sobre el autor

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Mostrando 2 comentarios
  1. Yolanda Rodríguez Bernal dice:

    Tan espectacular como siempre Enrique Rojas ❤️

  2. Enrique dice:

    Muchísimas gracias

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