Publicado el: Mié, 9 Dic, 2020
Opinión

Alivio del alma

Fotografía. Leonor Montañés Beltrán.

Es nuestra primera forma de comunicarnos, nadas más empezar la vida buscamos los brazos fuertes de nuestra madre, tan fuertes que nos sujetan a pesar de las heridas de guerra, del dolor insoportable que le provoca darnos la vida. Y el llanto nos lleva entonces hasta ella.

El llanto, el mismo que nos acompañará ya siempre, en lo bueno y en lo malo, como cuando el amor se hace eterno, o eso creemos. Como cada instante que va y que viene.

Se aguan los ojos, agua salada que baña las mejillas y sus alrededores, agua salada de pena a veces, a veces de alegría, emoción entonces siempre. Rocío de los ojos esperando el momento para derramarse. Cristal brillante que se aquieta en las pupilas.

He llorado ausencias, idas y venidas, vida y muerte, momentos. Fino manantial también de olvido, de memoria, de rabia, de te quiero, de felicidad también, llanto de risa incluso. He llorado con las manos, dibujando letras que han sido lágrimas también sacadas de dentro, he llorado con el aire, cuando el aire se escapa de los pulmones. Cuando el aire falta, corazón encogido. He llorado con el cuerpo, cabizbajo, dejando caer de norte a sur mi pena.

El llanto es un grito que sube desde dentro, se eleva silencioso rompiendo la hiel. Nubes de suspiros que se añaden a las nubes. Lenguaje mudo del dolor, que diría Voltaire. Del dolor de alivio, de la alegría a veces, añado. De los sentimientos siempre.

El llanto presagia finales indeseados, acaricia a los sin nadie y hace sombra al dolor que corroe a los huesos desamparados. El llanto abre los ojos y tiñe de negro a veces el color de la vida. Y se nos escapa de las manos.

Llorar es la primera forma de liberación que tenemos, llorar a raudales, de mil maneras, por mil motivos. Por un millón de historias que forman parte de la historia de nuestra existencia.

Tengo un montón de palabras que lloran: dolor, tristeza, pena...pero también alegría, emoción, incluso felicidad, todas sinónimos de vida. Todas como lágrimas trasegadas. Todas. Y además de palabras, tengo momentos. Algunas ausencias de seres queridos, algunas noches que no se apiadaron de mí, algunas personas que tampoco, algunos perdones que nunca llegaron. Pero también, una vida durmiendo entre mis brazos, cuentos al final de la noche, abrazos que me estrujaron las entrañas. Palabras y abrazos, que hicieron del llanto el cúlmen de tantas y tantas cosas.

Por eso el llanto nos acompaña siempre, por eso es siempre necesario.

Sobre el autor

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