Publicado el: Mié, 16 Sep, 2020
Opinión

Los Consejos de Quijote

Foto. Leonor Montañés Beltrán.

Antes de que el escudero Sancho Panza entrara a gobernar su ansiada ínsula de Barataria, nuestro querido e ingenioso hidalgo don Quijote, hombre cultísimo donde los haya, le dejó como consejo un decálogo inspirado en un marco axiológico (esa rama de la filosofía que se encarga de estudiar los valores y, por ende, de los juicios valorativos) que tanta falta hacen hoy en día.

Lo más destacado de esa retahíla son los consejos espirituales en los que pone esa axiología al servicio del desempeño público.

En ellos don Quijote actúa como maestro, le habla con un profundo afecto – todo el que le permite su condición enajenada – tratándole incluso con el calificativo de “hijo”.

Lo primero, le dice, es “temer a Dios”, una profunda huella cristiana que asegura que el temor conduce a la sabiduría y ésta hace que el ser humano no se equivoque.

Lo siguiente que le aconseja es el autoconomiento, “el más difícil conocimiento”, esencial en el proceso de formación. Quien trata de crecer más allá de sus posibilidades lleva sobre sus hombros el riesgo seguro de fracaso. Un camarón no puede tener el tamaño de una langosta sin lastimar su cuerpo. Este consejo, sin embargo, no es un desprecio a los orígenes humildes, sino una advertencia para los soberbios que actúan olvidando su pasado.

“Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje...” dice a continuación, ya que la condición humana es muy propensa a la critica así que, si nos anticipamos a los demás y somos nosotros mismos los primeros en reconocer nuestros errores y defectos, los dejaremos sin argumentos; al ver que es algo que no nos preocupa, ellos no podrán deleitarse de nuestro mal.

“La sangre se hereda, actúa por medio de la virtud y haz hechos virtuosos, así no tendrás que envidiar a los que son príncipes y señores. La sangre se hereda y la virtud se aquista. La virtud vale por si sola lo que la sangre no vale”.

El respeto a la familia es básico, incluso cuando los miembros de ella sean muy humildes.

“Nunca te guíes por la ley del encaje”, “hallen en ti compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia que las informaciones del rico”, procura descubrir la verdad.

Si hay que escoger entre el rigor y la compasión inclínate siempre por lo segundo. Ser compasivo supera las exigencias de quien desea destacar por un rigor excesivo.

Y “si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia”.

Cuando hagas justicia aparta la injuria y fíjate en la verdad del caso, que no te ciegue la pasión propia.

Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, al contrario, muéstrate piadoso y clemente.

Y “serán luengos tus días, tu fama será eterna, tu felicidad indecible”. Palabra de loco, sentencias en cambio llenas de cordura. Alguien debería tomar nota.

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