Publicado el: Dom, 31 Ago, 2014
Opinión

Las comparaciones

comparacionesDicen que establecer -comparaciones- resulta ser algo odioso o cuanto menos: inadecuado.

Sin embargo, debo admitir que a mí, no me lo parece tanto ni tampoco, que dicha apreciación, sea tan determinante.

Según el diccionario -comparar- no es más que fijar la atención en dos o más cosas para descubrir sus diferencias y cotejarlas para luego proceder o actuar en consecuencias.

Así pues -comparar- es una costumbre que suelo practicar siempre que viajo, leo un libro o, sigo con atención todo aquello que considero mejorable para nosotros mismos y para la sociedad en la que vivimos.

Por otra parte, procuro discernir entre las -comparaciones- para poder elegir aquellas que más nos convienen y que constituyan cambiar: actitudes, procesos y sistemas, con resultados más agradables de los que poseemos.

Dicho esto, una de las -comparaciones- más significativas  que  trasladaría con ciertos matices a nuestra sociedad, sería las estructuras administrativas, sociales, culturales y políticas semejantes a las que operan en algunos de los países más cercanos a nuestro entorno, incluso la de algunos más lejanos.

Las series televisivas -españoles en el mundo- y -andaluces por el mundo- ofrece una buena fuente de información para reflexionar brevemente sobre lo que me propongo en este artículo, salvando siempre las distancias y los contextos propios, que distingue a cada país.

Por eso, todavía fijo más mi atención cuando se trata de valorar las condiciones estructurales; especialmente las políticas a diferencia de las nuestras.

Mientras que políticamente nos perdemos en debates, vaguedades, descalificaciones, hostilidades, renuncias a la cooperación común y solidaria; invadiendo todos los sectores de nuestra sociedad: donde cualquier motivo por simple que sea, pasa por el filtro de la política. Ha llegado ya la hora   de analizar y de reflexionar, para darnos cuenta, que nos acostamos con la política y nos levantamos con ella.

En otros países, y de ahí creo que puede venir el calificativo odioso de las comparaciones a las que me refería al principio. La política desarrolla su actividad dentro de su propio campo, es decir -en su parcela- sin interferir en los demás sectores de la sociedad más allá de los límites establecidos para cada uno.

Pues bien, si somos capaces de importar tantas cosas, tal vez menos relevantes ¿por qué no lo hacemos también con esos mismos sistemas, adaptándolos? Con la fe suficiente, el corazón caliente y la razón necesaria, eso sí, en perfecta sintonía general y consensuada.

Pilar Márquez, autora del libro, Dios es música, dice que el mundo es una sinfonía. Aurora Dupín (escritora francesa) que el corazón tiene sus razones que la razón desconoce. Y la propia Pilar, que la fe -la creemos- en tanto en cuanto tenemos la certeza de confiar en algo o en alguien.

Y es cierto que ninguna de esas máximas se heredan. Pero si sabemos combinar sus condiciones: sinfonía, corazón, razón y fe. Seremos capaces también de manejarlas para que la sinfonía; suene, el corazón; palpite y la fe y la razón se aplique. Y entonces -las comparaciones- habrán servido para algo más eficaz que las de considerarlas  "odiosas". ¿No creen?

Sobre el autor

- Profesor, articulista y cofrade.

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