Los huérfanos
Cuando acaba el plazo de inscripción, siempre son portadas, aquellos autores que deciden descansar
Unos porque todavía les dura la uva moscatel de quedarse en la calle. Otros, cansados de un concurso que está para echar la baraja, con el cartel “cerrado por quiebra” algunos porque la musa de la inspiración voló sobre el nido del cuco, y el resto porque vaya usted a saber.
El diario de marras, que durante el concurso, con sus perros de presa, a modo de jurados diarios los destroza, los encumbra como grandes vacíos en el siguiente carnaval. Aro aro, menos carnada para los perros.
Y luego… luego, fuera de los focos, de diarios, invisibles al universo del carnaval están los huérfanos.
Huérfanos abandonados por sus padres. Divagan sin rumbo, pues el patrón del barco se ha bajado. El veneno de la fiesta les ahoga, sin saber cómo zafarse de él. Y aquí el dilema. Personas fieles a un grupo, en tiempos difíciles donde la palabra brilla por su ausencia.
El patrón huyo a tierra con su cantinela mientras remaba, mejor no salir que presentar una obra que no esté a la altura… digo yo que tendrán el don de los grandes visionarios como Rapel, para ver el futuro. Anda que…
Las mentes de los huérfanos navegan entre sombras de septiembre. De la nada una luz, la luz de un grupo que se acuerda de ell@s para emprender una aventura en casa ajena.
El estigma del desertor, planea sobre sus cabezas, sus corazones, sus principios. Salir con el rival, defender coplas menos gaditanas por no ser la de los míos, compañeros de fatigas, con las picas de: si no sale el mío no hay carnaval.
El futuro es algo incierto y terrorífico, tal cual la vida. Pero solo él, encajará a huérfanos con padres adoptivos, hijos que vuelven a casa, parias con nuevas oportunidades y patrones volviendo al barco.
Una historia más de los benditos carnavales. Septiembres que lloran, ríen, sienten miedo, creando manteniendo y rompiendo amores. Amores de carnaval.
Un hijo nunca olvida
“Hombres de honor”







