El Castillo de Sancti Petri cumple su quinto solsticio de verano abierto al público
Según Dra. Elena Martínez, la traducción literal de 'Sancti Petri' hace referencia al concepto de 'piedra sagrada' que, más tarde, el cristianismo identificaría con San Pedro.
Con el solsticio de verano, los más importantes focos de atracción turística de La Isla se reactivan para dar lo mejor de sí, especialmente aquellos de índole cultural o patrimonial que cobran protagonismo cuando el calor comienza cobrar fuerza, pero aún no ha llegado el mes de las vacaciones por excelencia.
Para celebrar tan ‘cósmica’ efemérides, diferentes isleños amantes del Patrimonio en sus más múltiples facetas -Historia, Arquitectura, Naturaleza o Humanidades- se dieron cita este fin de semana en el Castillo de Sancti Petri: lugar en cuyas proximidades se alzó según los textos clásicos -y a tenor de numerosos hallazgos arqueológicos- uno de los templos más famosos de la antigüedad. Consagrado por los fenicios al dios protector de la ciudad de Tiro, Melqart, hace más de 3000 años y ‘adaptado’ posteriormente por los romanos para rendir culto a su Hércules, este gran complejo social, comercial y religioso de la antigüedad atrajo a multitud de ‘personalides’ como Aníbal o el propio Julio César, quien “lloró amargamente frente al busto de Alejandro Magno al tomar consciencia de que con su edad estaba aún muy lejos de los logros de aquel”, explicaba la Dra. en Filología Clásica, María Elena Martínez.
Ningún resto de sus cimientos ha sido hallado, tan sólo piezas muebles que, en su mayoría, pueden contemplarse en el Museo Provincial de Cádiz. Entre ellos, el 'thoracato', el 'emperador divinizado' o exvotos de distintas épocas que los peregrinos solían depositar como rogativa al dios. Los turistas podrán, no obstante, efectuar un recorrido histórico desde su pasado más remoto hasta el siglo XVI, cuando se construye la zona más antigua de la fortificación hoy disfrutable, ampliada en el siglo XVIII para desarrollar un papel esencial durante el asedio de las tropas napoleónicas.
Pero no sólo de Patrimonio Histórico se nutre esta joya en la desembocadura del caño de Sancti Petri, también la naturaleza prolifera por doquier en torno al islote, todo un ‘Monumento Natural’ en el que crece una especie endémica, el jopo maltés, y donde aves, como la espátula, sorprenden con su salto migratorio entre Cabo Roche y la Punta del Boquerón, por lo que “el Castillo de Sancti Petri es un escenario único para presenciar este espectáculo”, indicó la voluntaria del Parque, Rocío Palacio, mientras todos observaban a través de sus prismáticos.
Son muchas las peculiaridades que los más curiosos podrán disfrutar durante su paseo por el baluarte. Impactos de arma en los muros, grafitis de diferentes épocas -entre ellos, amagos de reloj de sol-, o dos pozos de roca ostionera que recuerdan a los datos aportados por el autor clásico Estrabón cuando afirma que “en el recinto sagrado del santuario manaban dos fuentes de agua dulce”. “Este bajo nivel de salinidad -explicaba Fran Toledo, gerente del Castillo- se debía, probablemente, a que la porosidad de la piedra actuaba de filtro natural”. Uno de ellos, extramuros, permanece colmatado y recubierto de maleza a la espera de una necesaria intervención arqueológica.
Además de las murallas defensivas e infraestructuras tales como habitaciones, cocina, capilla -todas ellas en constante movimiento con las sucesivas transformaciones y ampliaciones del Castillo-, la fortificación acoge exposiciones temporales. En este caso son antiguas fotografías de la familia Quijano las que se dispondrán en torno a la sala de las ‘Dos Hermanas’ para mostrar a los visitantes cómo eran el poblado y la almadraba de Sancti Petri cuando permanecían aún en activo. Experiencias que evocan otro tiempo.








