El escaso mantenimiento de las zonas verdes en La Isla
Vida, naturaleza y, en algunos casos, desidia, son los términos que mejor definen la situación actual de las plazas y jardines públicos de la Isla, que según la época del año o los eventos a celebrar, lucen su mejor cara o un aspecto más desatendido que, en ocasiones, clama al cielo.
La Plaza del Rey, por ejemplo, centro neurálgico de la ciudad, vio reducida drásticamente su vegetación tras la reforma efectuada a finales de los años noventa. Fue entonces cuando se sustituyeron las losas que alternaban la caliza blanca con los cantos rodados, cuando se eliminaron las enredaderas que cubrían los troncos de las palmeras "debido a la aparición de de insectos y otros animales" -o eso se publicó en aquel momento-, y cuando se eliminó la hilera de árboles que lindaba con la calle Real. Una decisión, ésta última, acertada en el sentir de muchos ciudadanos, pues otorgaba mayor visibilidad a la monumental fachada de la Casa Consistorial. Asimismo se suprimieron los jardines y los bancos, que fueron sustituidos por otros de granito, el mismo material que ahora pavimenta toda la plaza confiriéndole un aspecto monocromático
Sólo las dos hileras arboladas que flanquean la plaza por ambos lados, y del pequeño jardín que enmarca la fuente presidida por la estatua ecuestre del General Varela, sobreviven como punto de fuga a una plaza gris que antaño fue considerada como punto verde. Y si bien es cierto que, con independencia del paulatino deterioro del Ayuntamiento, el espacio se mantiene regularmente limpio, no son pocos los días en los que amanece la fuente central repleta de latas, botellas y desperdicios varios, o algunas de las esculturas que decoran la plaza -como el Camaronero de Antonio Mota-, cubierto de pintadas que denotan la poca conciencia ciudadana en torno al espacio público.
A su derecha, a escasos metros, la Plaza de la Iglesia, que también perdió toda su idiosincrasia al fundirse de gris con los raíles del tranvía, y cuya fuente fue sustituida por un monumento en conmemoración de Las Cortes que, obviando gustos personales, aparece cada día con un nuevo desconchón. Muestras de incivismo desde la ciudadanía o poca atención por parte de las autoridades competentes, el caso es que las constantes alertas no logran frenar el deterioro del conjunto.
Siguiendo en dirección al Carmen, está la Alameda Moreno de Guerra, una de las zonas con mayor grado de vegetación en San Fernando. Conserva decentemente unos jardines con árboles y arbustos podados con diferentes formas -aunque muchos de ellos se perdieron también con las obras del tranvía-. Reformas que también hicieron desaparecer la inmensa mayoría de los artísticos bancos de forja que rodeaban el recinto convirtiéndolo en un concurrido centro de recreo, así como cuatro de los ochos pilares que marcaban sus esquinas con sus respectivos jarrones de forja, y que aún hoy continúan en paradero desconocido. Algunos de los bancos de cerámica dispuestos en el centro del recinto muestran desprendimiento de azulejos, lo mismo que ocurría hasta hace poco con la cúpula del templete, recientemente restaurada tras el pronunciamiento de numerosas quejas ciudadanas que advertían de su mal estado.
La Plaza del General Pidal, popularmente conocida como "Plazoleta del Carmen" sufrió una reforma muy similar a la Alameda: perdió todos los antiguos bancos que la exornaban enmarcando su espacio. Lo mismo ocurrió con la solería, que se homogeneizó con el asfaltado de la calle a objeto de "integrar la plaza en la ciudad". Actualmente conserva algunos jardines con curiosas formas geométricas pero exentos de ese aire clásico que siempre caracterizó a esta zona verde del casco.
En la parte alta de la ciudad se encuentran los parques de Sacramento, del Oeste, del Barrero, Almirante Lauhlé y la plaza de la Ladrillera, que según el día y la hora lucen su césped recién podado o pidiendo a gritos un repaso. La suciedad se acumula en ocasiones junto a los arbustos y algunos de sus parques infantiles muestran una peligrosa conservación de cara a los usuarios. El conocido como "parque del colesterol" sufre de olores procedentes de las aguas residuales que atraviesan algunos de sus caños artificiales, pero el más afectado de todos es, sin duda, el clásico "parque de los patos". El estado que muestran muchos de los bancos colocados en la parte superior es preocupante. A media altura, el monumento a Blas Infante cuenta con algunas de sus leyendas descoloreadas, casi imperceptibles, así como restos de pintura en el pedestal. La peor parte se la lleva el estanque de los patos, ahora vallado tras soltarse parte de la alambrada que lo cubría, con la caseta muy deteriorada, patos muertos y restos de basura que le confieren un aspecto nada agradable.
Al otro extremo de la ciudad, el muelle del Zaporito luce notablemente mejor que en semanas anteriores. El césped está recién cortado y los residuos que durante la Feria se acumulaban en la rampa de acceso han desaparecido casi en su totalidad. Si bien, es cierto que el panel informativo existente junto al molino es prácticamente indescifrable, y que algunos niños continúan empleando como portería el acceso al edificio, que, sin abrirse definitivamente al uso público tras varios años de su restauración, muestra síntomas del juego diario a través de los golpes que ensucian su fachada.









