Presentación del libro de Eduardo Flores, "Una ciudad en la que nunca llueve"
El café cultural La Buhardilla bañado en las últimas luces de ocaso fue la atmósfera perfecta para que el isleño Eduardo Flores, acompañado por la propietaria del local, Gema Tacón, y por una conocida marca de bebidas cuya presencia sería posteriormente justificada, presentará su novela ante un público que ya puede considerarse asiduo a este tipo de iniciativas "tan bien venido" siempre en una ciudad como San Fernando.
Escritores, fotógrafos, lectores empedernidos y, en general, personas que apuestan por nuestra cultura, se dieron cita este sábado para escuchar unas declaraciones que a nadie dejaron indiferentes. Su contenido, ambiguo; sus formas, relajadas; su seguridad, palpable. Ni el mismo Eduardo Flores encontraba palabras para definir el producto nacido de su pluma, o quizá no quiso pronunciarse para no influir en las impresiones de todos aquellos que, interesados en leer la novela, se hubieran visto mancillados ante la concreción de algunas respuestas.
“Una ciudad en la que nunca llueve” es el título. Pero no una ciudad en concreto, sino la que el lector elija para sí mismo, aquélla que se imagine en cada uno de los párrafos conforme avance el recorrido de un protagonista que la propia Tacón -quien había acabado de leer la obra horas antes- destacó por su talento a la hora de diseccionar a la mujer. “El título es un juego que el lector se llevará a su terreno”, aclaró antes de satisfacer el interés de la presentadora por esa figura masculina que le había encandilado. “El sexo es, en la mayoría de las situaciones que se presentan a lo largo de la novela, el objetivo principal del protagonista, por lo que la visión de éste en torno a la figura femenina está totalmente distorsionada por el deseo”. Pero volviendo a la ambigüedad del título, Flores aclaró que estábamos ante una novela sobre la improductividad. “Yo tengo mi propia ciudad en la que nunca llueve, pero cada lector tiene o tendrá la suya”, afirmó durante el coloquio.
La pregunta era ineludible: ¿estábamos ante una obra autobiográfica? “No”, fue la respuesta del autor tras unos segundos de silencio, “pero eso no significa que no contenga situaciones reales, o, al menos, situaciones que puedan llegar a ser reales”, concretó Flores. Y es que para él, la dicotomía entre los conceptos de realidad y ficción es, sencillamente, ineludible, porque “la literatura se nutre de la vida, la completa: si no hay vida en la literatura, ésta es inexistente”. Con tales palabras describió un sentimiento que, además, es producto de la experiencia porque el mismo texto lo revela cuando es leído. Así lo confirma. “La novela no es autobiográfica, pero en ella hay vida, y sus personajes no existen, pero están extraídos de la vida”.
Los asistentes comprendieron entonces que la llamativa ambientación de la mesa, con botella incluida, respondía al propio protagonista de la novela, cuyo carácter está fuertemente marcado por su alcoholemia. Y con todas estas dudas resueltas, comenzó la ronda de preguntas. “Describe la novela con tres palabras”, pidió Tacón al autor del libro, que reflexionó bastante la respuesta para acabar resumiéndola en “inicio, fresco y casi bueno”. Este momento generó alguna que otra carcajada entre los presentes antes de que el también escritor Francisco Guerrero, formulase una segunda pregunta sobre la reacción que esperaba Flores de sus lectores. “No puedo responder a eso”, dijo, “mi concepción de la comunicación no contempla esperar nada del receptor, por tanto, no puedo decirte la conclusión que éste me gustaría que sacara”.
Concluía así un coloquio donde no faltaron los agradecimientos ni la parte más emotiva, un breve extracto de la obra pronunciado por el autor y las felicitaciones de Tacón por “un tema que te hace pensar sobre la vida diaria, sobre lo que puede pasar en cualquier momento”. “No viviré lo suficiente para agradecérselo a mi editora” concluyó Flores con un último guiño a quien lo observaba desde la primera fila de asientos.






