Las novedades de una Feria tricentenaria
Por todos es sabido que, desde principios de los ochenta, las famosas Fiestas del Carmen y de la Sal en honor a la Patrona son inauguradas en la semana de su onomástica para satisfacción de todos los isleños, y de muchos ciudadanos procedentes del resto de municipios de La Bahía, que hasta aquí concurren en busca del ambiente que la caracteriza.
Sin embargo son pocos los visitantes conocedores del origen de dicha velada -así se refieren al evento las crónicas antiguas-, que, dependiendo de la época, ha sido instalada en lugares tan dispares como las inmediaciones de la Iglesia del Carmen, la Plaza del Rey o el parque Almirante Lauhlé.
Para desengranar la trayectoria de nuestras fiestas patronales no hay nada como recurrir a la investigación llevada a término por Joaquín Quijano en torno a fuentes hemerográficas locales.
Como no podía ser de otra forma, las Fiestas del Carmen y de la Sal tienen su origen en la romería organizada frente al templo carmelita cada 16 de julio desde, al menos, el siglo XVIII, perdurando en este lugar hasta el año 1834. Las fuentes destacan de estos primitivos festejos, la venta de golosinas y refrescos, mermeladas y especies panificables que se vendían aprovechando la efemérides, así como las rifas y encuentros de amigos entre los atruendos campaniles que perduraban todo el día. Más tarde se empieza hacer mención a las primeras atracciones, con carruseles de caballos y otras máquinas de figuras en movimiento además de las ya clásicas novilladas.
Una vez traslada a la Plaza del Rey durante la primera mitad del XIX, las fiestas acabarían conquistando, gradualmente, todo el centro de la ciudad, extendiéndose hasta la Alameda Moreno de Guerra desde un lado, y hasta la plaza de la Iglesia e, incluso, Font de Mora -frente al Castillo de San Romualdo- por el otro. Los principales atractivos se concentraban pues en estos espacios abiertos, que, presididos por arcos de grandes rótulos, acogían amplios salones entre los que destacaban los de las casetas Municipal y del Círculo de San Fernando, en la actual Plaza del Rey, más fuentes rústicas con surtidores en el centro, banderas con los escudos de España, de los Austrias y de la ciudad, y luces de gas en la fachada de la Casa Consistorial. Se menciona también la hilera de casetas de rifa a lo largo de la calle junto a restaurantes improvisados y teatrillos, así como sesiones literarias, novilladas, actuaciones de orquesta y pases gratuitos para visitar algunos de los monumentos más importantes con los que contaba -y cuenta- la Marina en San Fernando. Los beneficios obtenidos con algunas de estas iniciativas eran repartidos, posteriormente, entre las clases más necesitadas. Con el paso de las décadas surgen otras atracciones que se suman a las más clásicas, como los coches de choque o el látigo, así como nuevos tómbolas y puestos de tiro al blanco.
Un nuevo giro para la efemérides en 1953 acaba emplazándola en el parque Almirante Lauhlé, donde, algunos añosmás tarde, se la rebautizaría con su actual denominación: “Fiestas del Carmen y de la Sal”. En este contexto nace la tradición de seleccionar a la salinera mayor con sus respectivas damas, iniciativa que, en un primer momento, recibiría el nombre de “Reina de las Fiestas”. Fuentes orales se refieren a esta Feria del parque como “de gran sencillez”, “reutilizando parte de la iluminación que se colocaba en época navideña para decorar los últimos tramos de Isaac Peral”. Las atracciones eran instaladas en el centro del suelo bajo, justo donde ahora se levanta el auditorio, mientras, a su alrededor, se disponían puestos como los de algodón de azúcar, patatas fritas, garrapiñadas y churros, así como las tómbolas y puestos de tiro al blanco. Algunos de los “cacharritos” -como popularmente se les denomina en la ciudad- que animaban entonces el corazón de la velada, eran una pequeña noria, los ya citados coches de choque, carruseles varios, el tren de los escobazos y la ola. Éste último, similar al látigo pero con subidas y bajadas a lo largo de su trayecto, contenía vagones con diversas formas y decoración tales como sillas, caballos y otras figuras de animales. En concreto nos recuerdan una foca negra sobre cuyo hocico giraba una esfera coloreada que hacía las delicias de los niños isleños.
Las casetas, por su parte, eran instaladas en la parte alta del parque, “donde actualmente están las fuentes y el monumento a Blas Infante”. Se caracterizaban por su gran sencillez, hechas a base de lonas y con accesos a modo de arcos de medio punto decorados con motivos vegetales y florales junto al letrero de la entidad propietaria. La mayoría pertenecían a particulares y algunas asociaciones, entre ellas, las cofradías, ya que por entonces comenzaban su experiencia ferial las hermandades pastoreñas. Una de las pioneras fue la cincuentenaria hermandad de La Misericordia, cuyos primeros montajes son recordados como “una sencilla lona con rayas blancas y rojas, y un cuadro con el Cristo titular tras ser restaurado por Lastrucci presidiendo la entrada”. Asimismo, los testimonios ubican la Caseta Municipal en la parte baja, justo donde hasta época bien reciente se hallaba la piscina municipal, espacio convertido ahora en aparcamiento público. En cuanto a las casetas de los partidos políticos, como el PSOE o el Partido Andalucista, no empezaron a funcionar hasta la época de la transición, tras la muerte de Franco, es decir, durante los últimos años en los que la Feria se instalaba en el popularmente conocido como “parque de los patos”.
La última etapa, de sobra conocida por todos los isleños, arranca con el traspaso de la Feria a la antigua salina de La Magdalena en 1983. Dicen que, con mayor o menor afluencia según la época, ha seguido una misma línea que con los años se consolida forjando su reputación a lo largo y ancho de la Bahía. Fue entonces cuando se reinventó musicalmente con nuevos estilos, “más modernos” como el rock o el pop, en pequeñas dosis y a altas horas de la madrugada, para ir comiendo terreno a las clásicas, pero insustituibles al fin y al cabo, sevillanas. Notas que siguen sonando desde el interior de las carpas pese a la longevidad de esta tradición isleña que, con sus altos y bajos, se ha mantenido viva hasta hoy, en una edición que llega cargada de novedades.
La primera de ellas y quizá, la más criticada, es la que concierne al calendario de actos para festejar la onomástica del Carmen, y que este año ha tenido lugar al principio y no al final de la semana grande. Muchas voces afirman también que el acto oficial de proclamación de la corte de salineras ha sido el causante de una menor repercusión del mismo respecto a ediciones previas, así como la decisión de comunicar con anterioridad a esta señalada fecha el nombre de la salinera mayor, nombre que hasta hace dos años se daba a conocer durante la propia celebración.
Contrariamente ha sido grato el lanzamiento de una nueva aplicación para dispositivos móviles, compatible tanto en terminales con sistema Android como para los que emplean IOS en dispositivos de Apple. La misma puede encontrarse bajo el título “Feria de San Fernando” en Google Market, así como Apple Store, y viene a reforzar el turismo de esta gran fiesta local que, además, ha iniciado su andadura como “Feria de día” en lo que puede considerarse la gran novedad de la presente edición. Así, más de una treintena de establecimientos repartidos entre las calles San Rafael, Rosario, Las Cortes, General García de la Herrán, el Mercado Central de Abastos, las plazas de la Iglesia, del Rey, y la alameda Moreno de Guerra se han sumado a los festejos del recinto ferial para integrar un circuito donde cada día de Feria, entre las 13.00 y las 18.00 horas, se hace gala de un ambiente festivo con especialidades gastronómicas típicas de la zona y actuaciones varias. Una iniciativa que tanto comerciantes y hosteleros, así como el propio Ayuntamiento, pretenden reforzar de cara a futuras ediciones de esta casi tricentenaria celebración, y que este año no ha tenido la repercusión esperada, pudiéndose achacar al escaso tiempo de preparación.










