Publicado el: Dom, 2 Jul, 2017
Opinión

Crónica de una carga sofocante

Por unos fenómenos atmosféricos u otros, a veces el tiempo juega malas pasadas a cofrades y cargadores, y eso fue lo que sucedió en la procesión Magna Mariana de Cádiz del pasado 24 de junio de 2017. Nadie podía prever con la antelación de cuando fue programada que en un mes de junio la temperatura pudiera alcanzar los casi 40 grados en la capital. Algo insólito por estas latitudes costeras en las que siempre sopla el viento, sea por poniente o levante, situación anormal que alguna prensa ha titulado como “calor histórico”, no alcanzándose tan altas cotas desde el año 1981.

Momentos duros en esa tarde-noche para los cargadores gaditanos que al gran esfuerzo que supone llevar un paso debieron añadir el calor sofocante del interior de las andas, pues si en el exterior el aire era irrespirable, la temperatura interior, con toda lógica, superó con creces esa alta cifra, dada la poca ventilación que ofrecen los respiraderos, el efecto recalentamiento de los cuerpos de los cargadores como consecuencia del trabajo que realizan y el apiñamiento en que trabajan en Cádiz dado sus palos longitudinales con cargadores muy pegados unos a otros, pecho con espalda.

La cofradías y los capataces, en una situación excepcional, autorizaron levantar las caídas en gran parte del recorrido para que los cargadores respiraran mejor, no solo levantándolas en los fondos a paso parado, sino que a lo largo de la tiraíta (lo que es una trepá para los cargadores de la Isla) las llevaban arriba y sujetas con unas fuertes gomas para que entrara todo el aire posible bajo las andas.

La estética que primó en el conjunto de los once pasos debió verse modificada en beneficio de la salud de los cargadores que, además de una hidratación con un trabajo constante de los aguadores, también necesitaban aire más fresco. Y la decisión tomada por cofradías y capataces fue la correcta y necesaria, pues se supone que en un día de temperaturas excesivamente altas debe primar ante todo la salud de los cargadores que la consabida estética procesional. Si en condiciones normales se respeta escrupulosamente por la gente de abajo no mostrarse al exterior, no levantar las caídas, en situaciones extraordinarias como las vividas, la excepción debe confirmar la regla. La flexibilidad demostrada por cofrades y capataces es digna de alabanza y una lección de la que tomar cuidadosa nota.

Y a pesar de todo, las cuadrillas se entregaron a fondo dando lo mejor de sí mismas a lo largo de la carrera, sin afectarle la temperatura reinante. Allí, lo único que reinó fue el arte, el pundonor y el amor de unos cargadores por lo que llevaban arriba, lo más querido por todos: sus Vírgenes Titulares.

Sobre el autor

- Alberto Salas Sánchez, es autor de los libros Cargadores de la Isla, (Historia, tradición y anécdotas) y Anecdotario comentado de Semana Santa. Ha ejercido como cargador durante 26 años perteneciendo a las Cuadrillas de Nicolás Carrillo, Mater Amabilis y Jóvenes Cargadores Cofrades (JCC). En la actualidad es capataz de la JCC.

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