Publicado el: Lun, 1 May, 2017
Opinión

Amores de primavera

Los nidos de cigüeñas son de los más espectaculares, y permite la presencia de otros habitantes.

La primavera es una de las estaciones que más admiradores tiene, pues garantiza una belleza sin igual con la floración, y un paisaje que aún se muestra verde. Además en el plano más material, anuncia la cercanía del verano y el merecido descanso vacacional de más de alguno, o por el contrario, en estas latitudes, la llegada de un trabajo que garantice un sueldo durante unos meses. Además los días se van alargando, y eso anima a la vida menos recogida. No obstante, y pese a nuestra idealización dicha estación tiene sus defectos, todo hay que decirlo, y es bastante más irregular climáticamente hablando que el tristón otoño, el cual también tiene su belleza melancólica. Pero una cosa sí hay que reconocerle a la estación de las flores, y es que es bastante más alegre y movida que las demás, pues salvo el verano, época de amoríos en pueblos costeros, la primavera, literalmente la sangre altera. Y esto es norma común de la naturaleza, pues casi todos los seres vivos de los climas templados como el nuestro se apresuran en la primavera a sus faenas más ardientes en vista a daraluz y a criar a unos vástagos durante el estío con la intención, una vez más de dar continuidad a la especie, y garantizar su supervivencia. En la mayoría de los casos, no sobrevivirán todos, sólo los más fuertes y preparados, los primeros en caerserán aquellos que no logren luchar con sus hermanos para lograr alimentarse, y esto, sobre todo en las aves, pues en los mamíferos es menos marcado, los padres que acuden con alimento al nido o al refugio, le da de comer a aquel que se impone al resto de la crías. Esto hay que decir que es como norma general, no tiene porque darse siempre así. Por ejemplo, hay especies como el buitre negro, que realiza una puesta a la cual se dedican íntegramente la pareja al cuidado de su único polluelo.

Como muestra este diorama del Centro de Interpretación del Parque Natural, las nidadas de muchas aves de nuestra zona suelen ser muy discretas para pasar desapercibidas en el entorno.

Pero antes que los hijos, llegan los amores y el lívido; el 90% de las aves son monógamas, algo que las diferencia por ejemplo de los mamíferos, donde lo normal entre las especies gregarias, es la presencia de un macho dominante que controla a varias hembras. En el caso de las aves, una vez asegurada la pareja en la primavera, suele compartir con ella la crianza de sus polluelos hasta el final del estío. Siendo un porcentaje muy amplio las parejas que son fieles entre ellos durante toda la vida, como es el caso de las propias cigüeñas, algunos córvidos como las urracas, distintas especies de rapaces, o los propios cisnes. En especies donde el matrimonio no dura toda la vida, es en primavera, cuando se realizan los distintos cortejos, que suelen realizar los machos para atraer a las hembras. De hecho, aunque no es una norma fija, en las especies fieles a su pareja la dicotomía de aspecto ente macho y hembra es inexistente, teniendo que diferenciarse en el tamaño, siendo de mayor tamaño y peso, normalmente ellas, resultando llamativo el salto entre el tamaño de uno y otro en las rapaces. Sin embargo, en aquellas que se ven obligadas a cortejar cada año las coloraciones de los machos son bastante llamativos, con respecto a las hembras, que suelen tener un aspecto bastante más sobrio, caso de ello, por ejemplo son nuestros vecinos los gorriones, donde la diferenciación de sexos es bastante fácil de reconocer, así como en diversas clases de anátidas, como el ánade real, o pato azulón. Ello es debido a la necesidad y a la adaptación de tener que llamar la atención cada año como captación de una pareja, algo que suele hacer el macho comúnmente.

Casi el 90% de las aves son monógamas, pero no tienen porque volver con una misma pareja cada año. En las que se ven obligadas a cortejar en primavera, el dimorfismo sexual suele ser acentuado, teniendo el macho unos colores llamativos.

Sobre nidadas también hay variedad y gustos, normalmente, en un medio tan hostil como el marismeño o la estepa, tan llano, tan diáfano y abierto, que permiten pocos refugios y escondites, la preparación de un nido es algo contraproducente en muchas ocasiones, recurriéndose a un poco de tierra removida con algunos trozos de concha, por ejemplo, como ocurre con las distintas clases de chorlitejos, tan comunes en nuestra tierra, asimismo el/los huevos suelen estar absolutamente mimetizados con el medio que les rodea, adoptando los colores del entorno. Algo similar ocurre en los mencionados medios esteparios, como es el caso del Alcaraván. Todo ello, le garantiza no estar a la vista de los depredadores.Además, esta ave, como por ejemplo nuestras cigüeñuelas, procuran desviar la atención de la nidada de todo aquel que pase cerca, atrayéndose a todo ser foráneo con estridencias y vuelos erráticos con el fin de despistar y alejar. Otros nidos llamativos son los de barro comunes de los hirundínidos, es decir, golondrinas, vencejos y aviones, que suele ser utilizado de un año para otro, y mantenido por los progenitores, que reparan daños y aseguran la limpieza de los llamados sacos fecales para mantener a salvo de infecciones a los polluelos. Diferentes formas en distintos medios logran que haya una gran variedad de tipos, desde el interior de un tronco, como suelen suceder con los famosos picos, o excavando algún agujero en un talud, como ocurre con el exótico abejaruco. No obstante, de la forma más conocida por todo el mundo, con los típicos ramajes y demás, es el modo más común de entre todas las aves, en casi todos los medios que garanticen un mínimo de seguridad o refugio, ya sea la ciudad, o el bosque. Los hay de distintos tamaños, algunos espectaculares, como el de la cigüeña, cuyo peso puede llegar hasta los 600 kg. Ya que las bellas zancudas acuden cada año al mismo nido, añadiendo cada vez nuevos ramajes, puede dar lugar a que se forme una colonia de pequeñas aves que aprovechan la estructura para anidar también, como ocurre con los gorriones, o los mochuelos en zonas más rurales. En muchos países la presencia de un nido de cigüeña en el tejado de tu casa implica buena suerte, algo que ha impedido la persecución de estas magníficas aves. Para terminar con las nidadas, hay que mencionar al típico caradura que toda familia tiene, y las aves no iban a ser menos, me refiero al famoso cuco, que realizas la puesta de su huevo en nido ajeno con el fin de que la otra especie alimente a su vástago. Otros jetas, son los que podían ser apodados los okupas del mundo natural, que se dedican a parasitar nidos ajenos, ya construidos y apropiárselos para ellos mismos, caso que ocurre por ejemplo en nuestra provincia entre el vencejo cafre, que expulsa de su hogar a la golondrina daúrica.

Hay especies como los córvidos, que conservan una misma pareja para toda la vida, y que vuelven una y otra vez al mismo lugar de nidada, como es el ejemplo de este espectacular cuervo.

Sobre los polluelos, como todo en la viña del señor, las hay de dos tipos: los nidícolas, entre los que se encuentra la gran mayoría de aves, cuyas crías nacen sin desarrollar del todo, y sin plumas, desarrollando un plumón, por lo que dependen en absoluto de sus progenitores, hasta la finalización de su desarrollo. Y las especies nidífugas, quienes tienen un desarrollo avanzado y dejan el nido al salir del cascarón, por lo que la dependencia de los polluelos es bastante menor que en el anterior grupo. Ejemplos los tenemos a nivel local, como son el caso de los anseriformes, galliformes (perdices…), rálidos (gallinetas o calamón), los archibebes o los chorlitejos, entre otros. Eso suele ocurrir, en medios más abiertos y hostiles, como los marismeños o playeros, como ya mencioné en el párrafo anterior, pues la posibilidad, al menos ya de correr, le garantiza un mayor porcentaje de supervivencia. Termino por ello, haciendo una recomendación de que tengan cuidado por donde pisan al hacer senderismo por nuestro parque natural, pues pueden estar pisando una nidada, la cual suele ser difícil de ver, al ser mimética con el suelo. Y también a la responsabilidad de no estresar a las cigüeñuelas y avocetas, con ejercicios de despistes que le suponen un esfuerzo que les vendría mucho mejor si se presentara una verdadera amenaza. Así como evitar ante todo internarse en territorio colonizado por gaviotas patiamarillas, en este caso, más bien por propia integridad personal. Pero ante todo, disfruten del espectáculo que la naturaleza nos depara una vez más.

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