Publicado el: Mar, 27 Dic, 2016
Opinión

Aquel inolvidable cine de verano…

Cine Madariaga.

Cine Madariaga.

Existen recuerdos imborrables, hechos que marcan toda una vida y definen una personalidad. Yo no sería la misma persona sin aquellos veranos de comienzos de los 80, aunque mi historia no es solo personal o ceñida a un ámbito exclusivamente local sino que es fácilmente reconocible y extrapolable a cualquier lector o ciudad y pueblo de nuestro país.

Mi amor por el cine tiene muchos “culpables” pero el cine de verano “Madariaga” es, sin duda, uno de ellos.

Eran tiempos en los que ver cine suponía para mí todo un acontecimiento –sensación que, afortunadamente, no he perdido todavía- cuando la simple idea de encontrarme frente a esa imponente pantalla  lo era todo para mí.

Mientras mi abuela Marina preparaba una sabrosa tortilla de patatas para el imprescindible bocata envuelto en papel “Albal”, mi abuelo Antonio solía contarme anécdotas de ese majestuoso cine de verano y de cómo lo conoció –y disfrutó- veinte años atrás. “Andy, coge la rebequita que hoy refresca” decía mi abuela mientras yo ardía en deseos de salir ya “pitando”.

Llegar a los alrededores del “Gran Cinema Madariaga” te permitía ser testigo de una gozosa celebración del séptimo arte. La inmensa cola doblaba la esquina y llegaba hasta la calle Calatrava, aunque la espera para mí nunca fue un problema porque podía admirar detenidamente la enorme cantidad de carteles que decoraban su interminable fachada.

Veinte duros, un programa doble. Más de cuatro horas junto a mis abuelos en ese lugar admirable y sentado en esas “inolvidables” sillitas de madera… sarna con gusto no pica.

Me sentía un pequeño privilegiado de ocho años, feliz de compartir mi pasión junto a tantos espectadores que poblaban cada noche el patio de butacas. Y el clímax se alcanzaba al iniciarse la proyección en esa pantalla de más de 300 metros cuadrados, donde mis sueños también se proyectaban en su inmensidad, el lugar donde más he disfrutado de mi pasión favorita…

Y crecí durante aquella época riendo sin parar con Cantinflas y su peculiar forma de entender el humor, con Bud Spencer y Terence Hill haciendo del “mamporro” un arte y con esos clásicos Disney que nunca me han dejado de maravillar, incluida “La dama y el vagabundo” o, más bien, la sesión de cine más multitudinaria a la que he asistido en toda mi vida…

Mi asistencia era prácticamente diaria, poco importaba lo que estuviera en cartel. No le hacía ascos a nada, sin importar el género o la calidad… sí, la serie “B” en estas circunstancias también tenía su encanto.

Pero mi “santuario” cinematográfico duró poco, solo un par de veranos más. La impactante irrupción de los videoclubs y la golosa parcela donde se ubicaba lo abocaron al cierre. Resulta paradójico y cruel que su poderosa convocatoria decayera en pos del disfrute del cine en los terribles televisores de la época y, cómo no, por la inevitable búsqueda del lucro inmobiliario.

Hoy en día, en el que parece que ir frecuentemente al cine te convierte en un bicho raro, sigo pasando por esa zona de mi ciudad y mi mente, inevitablemente, vuela. Todavía me parece ver aquella taquilla rodeada de una multitud en la búsqueda de una entrada y a mí mismo junto a los añorados abuelos. Desgraciadamente, tengo que echarle mucha imaginación porque delante de mí solo tengo un buen puñado de bloques de viviendas y ya ni siquiera tengo a mi izquierda el inolvidable campo de fútbol.

Solo tengo cuarenta y tres años, aunque mis hijas me dicen que cuento “batallitas”. Pero ellas no saben lo divertido que era escuchar la película en media ciudad cuando saltaba el viento de levante ni sentirse apabulladas ante una gran pantalla, cuando ahora los “minicines” abundan por doquier.

Tiempos irrepetibles en los que era sagrada la liturgia de esa ceremonia llamada cine. Pero yo estuve allí, lo viví… y me siento un privilegiado.

 

Sobre el autor

- Empresario y crítico cinematográfico de Onda Cero Cádiz durante casi dos décadas. Además ha colaborado en tareas cinematográficas en medios como Guiadecadiz.com, Radio La Isla y Onda Litoral Cádiz.

Mostrando 1 comentario
  1. José Barroso dice:

    Inolvidable ese cine Madariaga. Recuerdo al Mudo en la puerta y dando cosquis al que se pasaba con él. Yo vivía cerca y los días de levante escuchaba la película desde mi habitación. Una pena que se perdiera pero, los tiempos mandan, por desgracia.

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