Publicado el: Sáb, 8 Oct, 2016
Opinión

Los ojos velados de La Isla

Magnífica restauración de una casa barroca con decoraciones esgrafiadas en la calle Real.

Magnífica restauración de una casa barroca con decoraciones esgrafiadas en la calle Real.

Escuchando hablar a los habitantes de San Fernando, uno puede llegar a pensar que la ciudad no tiene un rico legado o un patrimonio atrayente, cuando lo cierto es que todavía puede presumir de mantener un conjunto histórico muy coherente. Este legado aporta belleza y singularidad, como telón de fondo de la vida diaria, pero sí es cierto que no se muestra con sencillez, hay que ir predispuesto a descubrir sus encantos.

El escaparate principal de la ciudad es, ha sido y parece que seguirá siendo la calle Real. Un espacio peatonalizado, por las circunstancias, que ofrece al ojo curioso una tremenda abundancia de edificaciones en muy buen estado de conservación, pertenecientes a la segunda mitad del siglo XVIII. Esto se complementa con las agregaciones del siglo XIX y las pragmáticas construcciones del siglo XX. Cuando uno pasea por esta calle, con espíritu crítico, se ve sorprendido por la cantidad de detalles y edificios singulares que se arremolinan en este espacio principal. Si no se está pendiente, no se aprecian las, a veces intrincadas, decoraciones en almagra que saltan a los ojos de una fachada a otra y que, en ocasiones, hay que jugar a descubrir debajo de las ingentes capas de cal que las protegen. Los merlones coronados por puntas de diamantes y reforzados por flamígeras volutas, a modo de un castillo en llamas, forman parte del paisaje habitual, simplemente alzando la vista. En algunas esquinas, podemos tropezar con la pasión religiosa hecha arquitectura, al conservarse las hornacinas para colocar la imagen del santo o santa que protegía la casa y de la que era devota la familia o familias que vivían en ella. Toda la calle es un catálogo de los talleres de forja, hoy desaparecidos pero que todavía compiten en cuanto a calidad, complejidad y, en algunos casos, belleza de sus trabajos. Trabajos que no veremos hoy día por la complejidad o simplemente por la falta de rentabilidad actual de los mismos.

Casas tradicionales con reforma de los años 60-70 del siglo XX.

Casas tradicionales con reforma de los años 60-70 del siglo XX.

La coherencia y racionalidad de estos edificios se mantiene a lo largo del siglo XIX, una vez erradicadas las decoraciones barrocas por la Academia de San Fernando. La construcción en este siglo sigue los parámetros neoclásicos impuestos y que podemos apreciar en las casas de vecinos. A pesar de todo, muchas de ellas conservan, en sus puertas principales, decoraciones de piedra ostionera en forma de volutas. Esta arquitectura vernácula se da en toda la provincia, con sus patios centrales, recovecos, escaleras y muros de ripio y tapial. Cobijan a varias familias, a modo de familia extensa por obligación y alquiler, pero a pesar de ello mantienen, en muchos casos, cierto aire señorial que irán perdiendo con el pragmatismo del siglo. Todavía, podemos ver algún estípite, columna esquinera salvada del expolio y destrucción e integrada en un edificio de nueva planta, a modo de inserto quirúrgico.

Las diferentes ampliaciones de la ciudad han ido rodeando el centro histórico, al mismo tiempo que cubrían las bajas que el tiempo y el capricho humano van provocando, convirtiéndolo en un todo singular. A lo largo del siglo XIX, si bien se mantiene el modelo de casa de vecinos, va desapareciendo la ornamentación en las fachadas, convirtiéndose en algo más neutro y menos ostentoso, pasando del barroco al neoclásico, incluyendo un repunte más llamativo en el período isabelino de los años sesenta del siglo pasado. No será hasta el comienzo del siglo XX que encontremos edificios de singular belleza, enmarcados dentro del movimiento modernista de finales del XIX y principios del XX. Ejemplos de ello son el Centro Obrero, los edificios modernistas de carácter orientalizante de la calle San Rafael o la decoración de la farmacia Matute en la misma calle y de la misma época. También de estos momentos es la ornamentación del cementerio de la ciudad, destacando el mausoleo del general Varela, que contrasta en todos los aspectos, desde el estético hasta el ideológico, con la tumba en mármol negro de Camarón. Son elegantes algunos edificios racionalistas dispersos por la ciudad, pero, sobre todo, son especialmente interesantes las fachadas de comercios de los años sesenta y setenta, que aún se conservan y que si no se protegen desaparecerán con el tiempo.

Casa de arquitectura vernácula con portada en piedra ostionera.

Casa de arquitectura vernácula con portada en piedra ostionera.

Hay un viaje en el tiempo muy singular en el que podemos apreciar la evolución urbana del siglo XX. Es el tramo que va desde Gallineras hasta la playa de Camposoto. En este recorrido podemos ir observando los buenos y malos hábitos que se han practicado en el crecimiento desatado de la ciudad. Tan singular es este viaje que se puede apreciar incluso el antiguo paisaje costero fosilizado hoy al interior, en el parque del Cerro de los Mártires. En el camino observamos cómo se han ido realizando las expansiones, tanto regulares como irregulares, y cómo se han manifestado, físicamente, los diferentes estilos arquitectónicos de la segunda mitad del siglo XX hasta prácticamente el siglo XXI. Asimismo se pueden observar extrañas convivencias y el triunfo de la especulación inmobiliaria por encima de todo lo demás.

Resaltando el carácter masónico de San Fernando, presente hasta en su escudo, la ciudad es un gran libro de piedra, cuyos habitantes deberían leer y dejar de buscar su identidad fuera de sí mismos y de su entorno. Su pasado es muy coherente con lo que es actualmente y la necesidad de reinventarse, debido al cambio de las condiciones económicas y de las tradicionales bases de existencia -como son las salinas, los astilleros o las Fuerzas Armadas-, pasa por el conocimiento patrimonial y turístico de su entorno, que tiene en gran cantidad y calidad.

Juan Miguel Pajuelo Sáez

Sobre el autor

- Patrimonio La Isla es la mejor manera de acercarse al tesoro artístico y cultural del pueblo isleño gracias al entusiasmo de un equipo multidisciplinar particularmente comprometido con la investigación, la difusión y la concienciación ciudadana en torno al mismo.

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