Publicado el: Mié, 18 May, 2016
Opinión

El refugio del estío

Pareja de Ánades Azulones en Río Arillo.

Pareja de Ánades Azulones en Río Arillo.

Pocos saben que nuestra provincia es uno de los paraísos europeos con mayor número de hectáreas de zonas húmedas; esto viene incluyendo aparte de las marismas, salinas y esteros que conocemos, los cinturones de lagunas endorreicas que rodean a nuestra bahía, y que son vitales para muchas otras especies más afines al agua dulce que a la salada (aunque también las hay de carácter salino), destacando entre ellas la de Medina, que es la de mayor tamaño en la provincia, la de las Canteras y el Tejón, así como los complejos de Chiclana, Puerto de Santa María y Puerto Real. Sin embargo, no son las únicas, y repartidas en la provincia existen otros humedales, otros complejos endorreicos como los de Espera, lagunas artificiales como la de Tollos, o la olvidada Janda, que formaba la mayor de las existentes en España, con un complejo que llegaba a tener 50 Km2, antes de que fuera en gran parte desecada. Además, hay otras marismas como las del Bajo Guadalquivir, de la cual, en Cádiz, sólo la zona de Sanlúcar de Barrameda se encuentra protegida por la sombra de Doñana; las de Barbate de dinámicas similares a las nuestras, y otras menores como las de Palmones y Guadiaro, ya en la parte Mediterránea, así como marismillas y lagunas asociadas a las desembocaduras de riachuelos como las existentes en Los Lances (Tarifa), o en Castilnovo (Conil de la Frontera). Por último, aunque también artificial, los embalses han logrado crear un ambiente húmedo y fresco en ciertas zonas que en verano pueden ser asfixiantes y resecos, dando un plus de vida que no hubieran tenido de otro modo. Buen ejemplo de ello son los Arcos de la Frontera y Bornos, declarados como parajes naturales, gracias a su alto valor ecológico, en el que destacan los bosques inundables de tarajes.  Asimismo, estas zonas húmedas son la continuación del rosario de ellas existentes a lo largo del Golfo de Cádiz, pues en Sevilla y Huelva, al igual que aquí, los humedales ocupan amplias extensiones.

Pareja de Espátulas en el Carrascón.

Pareja de Espátulas en el Carrascón.

Sin embargo, para gran número de estos espacios, el periodo de estiaje, es una dura prueba en el que si no llega a la sequedad completa, quedan ínfimos charcos en los que refugiarse. Entonces el mundo de las aves busca refugio en marismas como las nuestras de dinámica mareal, que a diferencia de las del Guadalquivir, no dependen tanto de la lluvia. Aunque aún así, hay cierto impacto, como en las pequeñas lagunas formadas por las precipitaciones invernales, como ocurre en las de Torregorda o Camposoto. Tan solo, los embalses y las marismas del Barbate y las nuestras son un oasis en el reseco verano mediterráneo que existe en nuestra provincia. Nuestras marismas, al ser mareales, no se ven sometidas al fuerte estiaje del entorno, pues a pesar de la intensa evaporación, el agua marina entra una y otra vez por los esteros y caños. Con un movimiento lento, pero constante, que supone un cambio regenerativo de las zonas húmedas, gracias a que no hay estancamientos, pero eso sí, con aguas absolutamente calmas en casi todos los sectores, suponiendo únicamente, un cambio radical de ritmo y altura, las compuertas. Además las tranquilas aguas, debido a su poca profundidad, y al acceso fácil de la luz solar garantiza una abundante fauna ictiológica, muy querenciosa para la avifauna. Gracias a esto, nuestras marismas no son sólo un punto importante de invernada o de pasos migratorios, que lo son, sino que además, son un auténtico paraíso para las aves estivales que aquí nidifican, o estivan al menos.  De hecho, nuestro parque natural, tiene el honor de ser lugar de residencia de más del 1% de la población de seis especies que nidifican en densidades considerables aquí: la Avoceta, la Cigüeñuela, el Chorlitejo Patinegro, la Focha Común, el Archibebe Común y la Aguja Colinegra. También hay especies nidificantes espectaculares, como es el caso de la Espátula o el Águila Pescadora, que por su importancia a nivel mundial, convierten el parque natural como un lugar referente para los estudiosos. Ambas han vuelto a nuestras marismas tras largos años de ausencia, en el primer caso por expansión natural,  y la segunda, con la ayuda del hombre, dentro de un programa de repoblación exitoso por parte de la Junta de Andalucía. Otras, aunque no nidifiquen, como es el caso del Flamenco Rosa, que cría en la malagueña laguna de Fuetedepiedra, es un fiel habitante de nuestros esteros. Algunas como las garcetas, prefieren nidificar en otros entornos más arbolados, fuera de nuestra área, como es el caso de la ribera del bajo Guadalete.  Muchas de estas aves, son muy fáciles de observar, incluso desde los abarrotados aparcamientos de la playa de Camposoto. Y dentro de ésta misma, son espectaculares las escenas de pesca del Charrancito, otra de nuestras estrellas ornitológicas, con caídas en picado hacia el mar, incluso en la cercanía de los bañistas.

Atardecer en Río Arillo.

Atardecer en Río Arillo.

No obstante, marismas y esteros no son los únicos ecosistemas importantes en nuestras marismas; las planicies mareales, las superficies fangosas, las playas y los sistemas marinos vienen a completar un puzle donde cada especie ocupa su lugar. Sin embargo, no todo son ventajas. Nuestro parque natural, sobre todo en verano, a pesar de ser un refugio, es un entorno hostil, una intensa evaporación, una insolación insoportable, una alta humedad ambiental, una altísima densidad de sal que impide el desarrollo de un arbolado más o menos denso, con ausencia casi total de sombra. Algo que tan sólo queda en puntos aislados y arenosos, como la Algaida, Trocadero, Chiclana  y algunos rincones de la zona de la Carraca. Así como inclemencias meteorológicas adversas, como el fuerte viento de levante, que da lugar a mayor sequedad ambiental, y puede dar al traste con algunas nidificaciones. Otros puntos, como los fangos, resecos en su aspecto exterior, pueden confundir a ciertas aves que quedan atrapadas en el mismo, sentenciándolas a muerte, pues son incapaces de salir.

Muchas aves son miméticas con el suelo, por lo que el riesgo de pisarlas es importante.

Muchas aves son miméticas con el suelo, por lo que el riesgo de pisarlas es importante.

Mientras el verano da vida a pueblos y economía de la zona, y las personas disfrutan de una de las épocas más deseadas, la fauna y flora se ven sometidas a una dura prueba, mucho peor que el suave invierno local, el estío mediterráneo, tres meses de altas temperaturas, sequedad, y escasez de alimentos que se mitigan en rincones como el nuestro, de ahí la importancia estival de nuestras marismas. Que suponen un refugio, para multitud de aves de nuestro entorno, por ejemplo, de las marismas no mareales, como las de Doñana, de las cuales, muchas vienen a “veranear” a nuestros esteros. Así pues, no sólo el invierno es una época ideal para la observación de aves, el propio estío puede satisfacer al ornitólogo más exigente. Eso sí, hay que tener en cuenta dos factores, uno primero, con respecto al cuidado personal, pues hay que ir bien provisto de agua y cremas protectoras para el sol. Y una segunda, con respecto a los lugares de nidificación, que si bien suelen estar apartados de los senderos de uso común, hay que pensar en que hay especies cuya puesta se realiza a ras de suelo, sin material alguno que indique lugar de cría, además de que tanto los huevos como los polluelos suelen ser del mismo color que la tierra para prevención de los predadores. Por tanto, hay que procurar siempre pisar por el centro de los caminos con el fin de no pisar ninguna puesta.  Aunque sobre eso, la oficina de información del Parque les dará buenas pautas a seguir.

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