Publicado el: Jue, 26 Nov, 2015
Nuestro Patrimonio

La hornacina de las callejuelas ya luce restaurada

La capilla, recién restaurada.

La capilla, recién restaurada.

<<Se les informa que un grupo de vecinos del barrio está interesado en la restauración de nuestra capilla. Rogamos a toda persona interesada en esta iniciativa colabore con un pequeño donativo. Entre todos, con muy poco, podemos hacerlo>>

Era el mensaje del que hace escasos meses se hacía eco este medio sobre la movilización de algunos vecinos para restaurar la pequeña capilla instalada en el número 24 de la calle Carmen, un icono de las callejuelas que enfatizaba su vinculación al carmelo como también demuestra anualmente el recorrido de la Virgen por los distintos patios de vecinos que componen la feligresía.

Si bien el deterioro de este icono era palpable con parte de la pintura desprendida y su imagen -seriada, sin grandes méritos artísticos aunque sí devocionales- en un lamentable estado de conservación. Esto llevó a los devotos a colocar un cartel bajo la capilla solicitando la ayuda de sus vecinos para remozar la obra, instalada a iniciativa de la Juventud Masculina de Acción Católica de la parroquia de San Francisco en colaboración con la barriada, y bendecida por el padre Artola el 16 de julio de 1950, coincidiendo con la festividad de esta advocación muy popular en esta zona, concretamente en la misma calle donde nacieron Camarón y Chato de La Isla.

Ya el 12 de febrero de 1973 publicaba el desaparecido 'Mirador de San Fernando' la noticia sobre su entonces último arreglo. La prensa local ponía de relieve "los desperfectos de colorido y otros detalles que presentaba la imagen tras más de veinte años", por lo que había sido necesario "realizar una magnífica labor para devolver a la imagen su primitiva belleza", un trabajo del que se encargó el religioso carmelita Fray Humberto Domenech, "con su arte y maestría en esta materia”.

De estructura sencilla y sin grandes méritos artísticos emula un pequeño templo clásico con frontón triangular sobre dos columnas de orden dórico, ahora de aspecto marmóreo. En el centro está el escudo de la orden carmelita y debajo, a modo de base, una pequeña balaustrada de forja sobre la que siempre resaltan los colores de las flores ofrendadas por los devotos de esta calle. Nuevamente restaurada, abandona las tonalidades verdes que la habían caracterizado los últimos años para alternar el celeste concepcionista y el marrón, acorde al hábito carmelita.

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