Grazalema 2015.

Cuanto todo parece oscuro, confuso, dificultoso, endemoniado, escalpado, desolador y de buenas a primera llega el día que como por arte de magia una luz alumbra tu cara, tu camino, tus amigos, la calle donde naciste, tu barrio, tu gente y esa venda que ocupaba tus ojos, te deja ver cada color y matiz; cada brillantez y figura, contorno o línea; expresión y nota, sílaba, arpegio, eco o palabra. Esa venda cae al suelo por arte de magia y todo empieza a cobrar sentido, cada sentimiento y opinión cada deseo o anhelo, cada inquietud o descubrimiento cada verso o poema.

Es una sensación electrizante, es como ese tema musical que te hace saltar del butacón y no puedas parar de bailar. En la calle, las personas te miran dos veces, porque algo nuevo te ha invadido, el brillo de tus ojos, una sonrisa diferente, un detalle especial. ¿Quién sabe qué?

Es entonces, cuando ya no existe el mirar atrás, sino es por el retrovisor y ver que cada vez está más lejos aquello de lo que te fuiste, pero tranquilo seguro, no hay que huir temiendo de lo que veas en el espejo, hay más bien que separarse lentamente sin miedo a nada ni nadie, tan seguro de ti mismo y que ese es el movimiento adecuado, como si de un partida de ajedrez se tratase y supieras que ese va a ser el movimiento definitivo para dar jaque mate. Es cuando eres tú mismo, seguro de ti solo, activo, pero chispeante y seguro. Vuelves a sentir las mariposas en el estómago, porque sabes que hoy va a ser un gran día pero hacia dónde vas, va a ser la mayor de tus victorias.

Amas, quieres, sientes y crees regar con cada frase, a aquel que necesita un átomo de calor. Abrazas, caricias y palpas cada piel compañera, como si fuera el más grande de los tesoros encontrados. Has dejado de oír para entender la escucha, y lo que eran palabras sin sentidos colocadas en forma de texto, guarda los secretos mejor guardados hasta ahora nunca aprovechados. Has dejado los monólogos por diálogos abiertos, has tirado muros para que entre la luz del día y meditas y entrelazas y dialogas y conversas, cual si fueran las opiniones de los demás, néctar de dioses o música de musas nunca deleitadas.

Y no existen las autoexigencias, ni las perfecciones, yo me digo y digo en alto que estoy hecho de ellas, para sentirme mejor conmigo mismo. Mis imperfecciones son tan bellas también, que son para mí y los míos, porque me aceptan con ellas.

¡Ay! qué bello es vivir y como nos atormentamos y ofuscamos en complicarnos la vida de una manera a veces tan tonta, como nos hacemos daño queriendo nadar contracorriente, marcándonos objetivos y metas inalcanzables y soñando con ser con quien no somos, como nos perjudicamos a nosotros mismos dándole importancia a lo que puedan decir de nosotros y quieran hacernos daño, alguien que si realmente busca dañar, no puede estar en sus cabales. Que de miedos infundados en pensamientos negativos, cuando la realidad es otra mucho mejor.

Te invito, a tirar tu venda que te ciega y no te deja ver el monte helado con nieve, porque te encierras tanto en ti mismo que solo eres capaz de hacerle caso extremo al frío que sientes, en vez de valorar los otros cuatro sentidos que te sobran. Valorar lo esplendido que es todo, y los mismo con los ríos y las praderas, con las playas y los parques con la luna y el sol, con tu amigo, tu padre, tu hermano, incluso esa persona que pasa al lado tuya y acabas de conocer, porque nada absolutamente nada es ya oscuro.